En la actualidad vivimos en un mundo que tiende a irse hacia los extremos, bien sea en opiniones personales intransigentes, en política, en arte, en ciencia o en religión; a primera vista, se puede decir que estamos siendo invadidos por personas que quieren validar su opinión extrema como el único camino a seguir. Día a día vemos como el mundo produce líderes enojados, rápidos en juzgar y castigar, implacables en sus veredictos junto con personas a nuestro alrededor que validan y condonan este proceder, quienes a su vez actúan de igual manera.
Vivimos en tiempos donde somos testigos de los extremistas y del fanatismo en todas sus formas, lo vemos en el Medio Oriente, en Asia, en Europa, en América y hasta en Africa donde hemos visto como naciones enteras se convierten en santuarios para líderes extremistas que imponen sus ideologías sobre otros, usualmente de manera violenta e inhumana. Nos encontramos a diario sin palabras frente a la violencia ejecutada sobre inocentes y víctimas de un extremismo que se ha convertido en la solución de cualquier problema.
En último análisis se puede decir que el insaciable deseo de poder determina este comportamiento, el deseo de obtener poder y control completo sobre las así llamadas religiones seculares como lo puede ser el comunismo, el populismo, el nacionalismo, el racismo o la política bi partidista; sin embargo, en muchas ocasiones y para nuestro caso en particular, es la religión la que abre las puertas al fanatismo. Si por un segundo pensamos que el Creador de absolutamente todo nos pide que hagamos algo, ¿a cuentas de qué no lo haríamos? Es más, ¿debería haber un límite frente a cómo responder a esa exigencia del Todopoderoso? Mas allá de ello, ¿no es esa nuestra obligación?
Es factible que otras religiones promuevan el fanatismo; empero, el judaísmo en su eterno y constante desarrollo y adaptación a nuevas circunstancias sociales y ambientales ha tendido a alejarse del mismo. De cualquier forma, hoy en día, por uno u otro motivo, de Yerushalaim a Londres y de Londres a Nueva York, al parecer, dentro de la ortodoxia, Ka’naaut es la única manera de vivir apropiadamente el judaísmo. Ka’naaut es la palabra en hebreo para designar el acto de fanatismo o religiosidad extrema. La pregunta que nos tiene que surgir como pueblo es, ¿a partir de qué momento el judaísmo ortodoxo se volvió tan crítico, tan severo, tan inflexible y tan imperdonable de las acciones que rodean el estilo de vida judía en general?
Como judíos que somos vivimos en un mundo donde podemos ir libremente a estudiar en Yeshivot, un mundo donde tenemos enormes supermercados Kasher y la posibilidad de tener sinagogas; sin embargo, en la distancia del recuerdo añoramos y extrañamos ese mundo que conocimos en nuestra juventud, un mundo donde existían hogares que abrazaban la Halajá como lo estipula el Shuljan Aruj al mismo tiempo que aprovechaban los beneficios que la sociedad moderna proveía para nuestro bienestar. Ahora, por el contrario, ese mundo se está deteniendo y desapareciendo poco a poco bajo la sombra de un sombrero negro que determina la norma más estricta y extrema para todos. Atrás quedan los días donde era más valioso lo que estaba debajo del sombrero y dentro del corazón que el atuendo y el sombrero negro que cualquiera puede usar..
Este concepto de Ka’naaut, de fanatismo, surge del concepto Kanai Pinjas. Como todos sabemos, Pinjas era el hijo de Eleazar y el nieto de Aarón. Aparte de ello, lo único que sabemos de él era su gran fanatismo por Dios. En nombre de ese fervor por Dios, Pinjas mató a un hombre, un príncipe de una de las tribus de Israel, sin que se le hubiera hecho un juicio o por lo menos dado una advertencia; entonces, de esta manera Pinjas desafía toda práctica judicial prescrita por la Torá. En otras palabras, Pinjas tomó la ley en sus manos y de esa manera ejecutó juicio y castigo contra toda norma legal, moral y social. Pero esto no es visto por Dios como un acto inapropiado; por el contrario, el Todopoderoso tiene una reacción positiva y halagadora frente al fanatismo de Pinjas; es más, de hecho Dios no solo exalta ese comportamiento sino que además lo remunera como nos lo enseña la Parsha que lleva su nombre.
Entonces; a primera vista se puede decir, si Dios exalta y recompensa a aquel que es fanático, ¿por qué no puedo ser yo fanático? Es más, ¿cuál debe ser el Kanai Pinjas de nuestros días? Como lo vemos en Yerushalaim, ¿puede ser tirarle piedras a los carros en Shabat? ¿Quemar la bandera israelí en Yom HaAtzmaut o Lag BaOmer? ¿Determinar que solo una Shejitá cumple con los verdaderos requisitos? ¿Establecer que solo es judío aquel que nace de una madre ortodoxa observante? ¿Castigar a todo judío que quiera convertir a una mujer para casarse con ella? ¿El rehusarse a ir a un Shul que tenga la bandera israelí? En estos casos, estoy seguro que muchos me acompañan con una rotunda negativa frente a estos actos de fanatismo.
¿Hasta qué punto los ideales Halájicos del establecimiento Haredi pueden ser vistos como extremistas y fanáticos? Si retomamos la historia de Pinjas vemos como toda la comunidad reaccionó negativamente frente a su proceder; es más, el Talmud Yerushalmi nos enseña que el proceder de Pinjas no fue aprobado por Moshe Rabeinu ni los ancianos. Rav Boruch Epstein en su Torah Temimah nos enseña que en el fanatismo de Pinjas, él aún se veía como una parte del total de la comunidad. Su comportamiento separatista era fue el medio para el bien comunitario per se pero no el fin inmediato. Cuando el extremismo se convierte en el fin inmediato, en la norma, en el devenir del día a día cotidiano debe ser aborrecido y rechazado.
La Halajá es todo menos fanática, lo he dicho en más de una ocasión, la Halajá oscila entre opiniones severas e indulgentes, ambas posiciones permiten el cumplimiento a cabalidad de la Ley de Dios. Ninguna de las dos es mejor o peor que la otra, sencillamente son dos posiciones que ejemplifican el factor dinámico y adaptable de la misma. De hecho el Rambam en Hiljot Deot nos enseña lo siguiente: “El camino apropiado es el medio en cada grupo de disposiciones comunes a la humanidad; es decir, esa disposición que está equitativamente distante de sus extremos en cada clase.. Por consiguiente nuestros sabios nos urgieron que una persona siempre debe evaluar sus disposiciones y así ajustarlas para que estén en el medio de los extremos”.
Entonces, ¿cuál es la excusa del establecimiento Haredi para querer imponer sólo una opinión, la más estricta e inamovible para Klal Israel?