“Recordando a Abraham Joshua Heschel a 50 años de las marchas en Selma y de la declaración de Nostra Aetate”
En esta semana en los Estados Unidos se conmemoró “Martin Luther King Day”, el festivo que conmemora un nuevo aniversario del nacimiento de este importante protagonista de la historia norteamericana del siglo XX. Coincidió precisamente esta semana con el anuncio de las nominaciones a los premios Oscar, en donde la película “Selma” recibió una nominación como mejor película. La película, que se estrenará en Bogotá en las próximas semanas narra una parte de la vida de MLK, más precisamente las marchas ‘de Selma a Montgomery’ en la que bajo el liderazgo de King se movilizaron unos miles de personas para pedir el pleno ejercicio de los derechos de voto de las minorías de color en los Estados Unidos. Esas manifestaciones resultaron finalmente en la Voting Right Act de 1965. Probablemente en el próximo mes, luego de que el film se estrene en el medio local, comencemos a oir mucho acerca de esta heroica lucha de la cuál se cumplen 50 años el próximo mes de marzo.
Otro tema del que seguro se hablará en este año es de Nostra Aetate, la trascendente declaración de la Iglesia que abrió las puertas a una nueva era de diálogo entre nuestro pueblo y la iglesia católica. En octubre se cumplirán 50 años de Nostra Aetate y en el mundo se espera que se realicen varias actividades, conmemoraciones y conferencias alusivas.
Estos hechos aparentemente inconexos fueron de lo más importante que sucedió en la década del ’60. Lo que quizá muchos no sepan es que hubo un hombre, un rabino, que tuvo un lugar protagónico en ambos hechos. Si bien la película que mencioné no lo muestra, junto al Dr. King marchaba un rabino, el mismo rabino que unos meses antes se reunía con el Cardenal Bea para terminar de redactar la trascendente declaración de la iglesia. Recordemos entonces, a tan solo dos semanas de su Yahrzeit, a ese hombre clave en el judaísmo del siglo XX, el rabino Abraham Joshua Heschel.
Los primeros años
Heschel nació en 1907 en el seno de una familia jasídica de Varsovia y recibió su nombre en honor a su tatarabuelo, el rabino Abraham Joshua Heschel de Apt, discúpilo de Rabi Elimelej de Lizhenk e importante referente jasídico (conocido como el Apter Rebbe). Luego de completar sus estudios tradicionales en la Yeshivá local, Heschel decidió emigrar a Berlin para realizar estudios doctorales en la universidad de dicha ciudad. En esa misma época, estaban estudiando en Berlin (y se conocían) el rabino Menahem Mendel Schneerson (quien luego sería el último Rebbe de Chabad Lubavitch) y el rabino Joseph Soloveitchik, máximo referente de la ortodoxia moderna.
En la efervescencia intelectual de Berlin de los años ’30 Heschel concluyó su doctorado, escribiendo como tesis su famoso estudio sobre los profetas bíblicos. Fue precisamente su minucioso y sólido estudio de los profetas de Israel lo que quizá inspiró a Heschel a tomar la antorcha del mensaje profético de Amós o de Isaías y dedicar parte de su vida a transformar la sociedad en la que vivía. Pero para ello aún faltaban muchos años.
De Europa al ‘nuevo mundo’
Cuando el nazismo irrumpió en Europa, Heschel ya se destacaba como docente y conferencista en Alemania y era muy cercano a Martin Buber quien cuando decidió emigrar a Jerusalem designó a Heschel como uno de sus sucesores al frente del Judische Lehraus. Sin embargo, los tiempos se pusieron cada vez más sombríos en Europa y Heschel fue deportado de regreso a Polonia por la Gestapo en el año ’38.
En 1939, en el marco de un programa para rescatar académicos judíos que estaban en peligro, el Hebrew Union College (seminario reformista de Cincinnati) ayudó a Heschel a establecerse en los Estados Unidos. Los años en Cincinnati fueron difíciles, ya que Heschel era un judío muy observante y no encajaba en la atmósfera de un seminario reformista, pero ellos habían salvado su vida y por eso se quedó enseñando allí durante varios años. Sin embargo, ese no era su hogar espiritual y luego de negociaciones tanto con la Yeshiva University como con el Jewish Theological Seminary, en 1945 Heschel se transformó en profesor de este último, el Seminario Rabinico del judaísmo conservador en New York. En dicha ciudad, Heschel comenzó a circular en muchos marcos culturales judaicos, entre los que se destacó el YIVO, el instituto para preservar la cultura Yiddish, en cuya sede Heschel dio una conferencia magistral que luego se transformó en su libro “La tierra es del Señor” que describe vívidamente la vida judía en Europa Oriental.
En el JTS Heschel era una figura misteriosa y controvertida, aunque supo transformarse en modelo para varios jóvenes rabinos, entre ellos Marshall T. Meyer, máximo referente del judaísmo liberal en Latinoamérica.
Heschel como activista profético
Pero fue la década del ’60 la que vio florecer a un Heschel totalmente integrado con la vida norteamericana, comprometido con las causas más nobles de la época y desarrollando una comprometida actividad política a la vez que continuaba con sus actividades académicas. Para sus estudiantes y discípulos, Heschel será siempre un académico descollante en el ámbito del misticismo y la filosofía judía; pero la historia norteamericana lo recordará por sus intervenciones contra la guerra de Vietnam, por su respaldo a la labor de Martin Luther King y por su involucramiento en el diálogo interreligioso.
Desde el momento en el que el Rabino Heschel conoció al Pastor King, el vínculo fue inmediato. Heschel veía en la lucha por la igualdad de los ciudadanos norteamericanos una batalla similar a las que dieron los profetas de Israel. En un memo que escribió luego de marchar en Selma junto a King, Heschel escribió que su sensación mientras marchaba era que estaba ‘rezando con los pies’. Quizá esa frase ilustra de manera cabal la personalidad de este grande de nuestros tiempos. Para él la espiritualidad judía debía necesariamente traducirse en acciones que repararan y transformaran el mundo. Para su cumpleaños número 60, la Rabbinical Assembly lo honró invitando a su amigo King como orador en la convención de rabinos conservadores de 1968, a quien los rabinos presentes recibieron cantando una adaptación en hebreo del ‘himno’ de quienes marchaban por los derechos civiles en ese entonces, “We shall overcome”. AL presentarlo Heschel dijo “¿dónde en los Estados Unidos podemos escuchar una voz como la de los profetas de Israel? Martin Luther King es una señal de que Dios no ha abandonado a los Estados Unidos. Su presencia es la esperanza de América”.
Heschel y el Concilio Vaticano II
El otro aspecto destacable de la vida de Heschel fuera de la academia fue en el campo del diálogo interreligioso. Hoy en día estamos acostumbrados a ver que los rabinos se fotografían con el Papa y prácticamente todos los rabinos ‘modernos’ realizamos en mayor o menor medida actividades de diálogo con otras religiones. Pero hace 50 años esto no era moneda corriente. De hecho Soloveitchik (antiguo conocido de Heschel en Berlín y ahora máximo referente de la ortodoxia moderna) se oponía de forma categórica al diálogo con la iglesia, tal como lo expresó en su famoso ensayo titulado “Confrontation”.
Heschel tenía una visión diferente. A pesar de haber sido criado en un mundo en el que esto era quizá impensable, los años en Berlín y en Estados Unidos habían cambiado la mentalidad de Heschel. Para él, el diálogo interreligioso era no sólo algo permitido sino algo deseado. Quizá por ello el American Jewish Committee, designó a Heschel como interlocutor del Cardenal Bea, quien durante cuatro años estuvo a cargo de redactar y diseñar la declaración que luego se conocería como “Nostra Aetate” y que cambió para siempre las relaciones judeocristianas. Heschel viajó en el marco de esas conversaciones numerosas veces al Vaticano y se reunió en privado con el Papa. Tanto las notas de Heschel de esa época como fuentes dentro de la propia iglesia afirman que el rol de Heschel en la redacción de Nostra Aetate fue clave. Quizá mucho del buen vínculo que hoy tenemos los rabinos con el Vaticano y la Iglesia Católica se lo debamos a él.
En sus últimos años, Heschel continuó muy activo en el movimiento anti-Vietnam a la vez que viajó a Israel apenas terminó la guerra de los seis días para ver con sus propios ojos Jerusalem reunificada. Años después, en el encuentro de la foto junto a Paulo VI, el Papa le dijo a Heschel que se encontrarían la próxima vez en Jerusalem. La temprana muerte de Heschel en 1972 no hizo posible ese encuentro, pero quizá fue en parte su aporte el que hizo posible la visita de Paulo VI en el año ’64, que fue la primera visita papal a Jerusalem, luego repetida por Juan Pablo II, Benedicto XVI y recientemente por Francisco.
El legado de este ‘gigante’ es mucho más rico que lo que se puede relatar en unas pocas líneas. Pero sin lugar a duda, en un año en el que muchos hablaran de Selma y de Nostra Aetate, debemos recordarlo y honrar su legado intentando ser dignos exponentes de un judaísmo que hace honor a la visión de los profetas y que ofrece sus manos para reparar y transformar el mundo.