Judíos estamos en cualquier rincón del mundo y tenemos una inmensa capacidad de organizarnos en comunidades. Por lo general, se usa como referencia a la comunidad en Tasmania, en Australia, como la más sureña y las de Fairbanks o Anchorage, en Alaska, como los más norteñas. Esas comunidades sirven entre otras, como referencia para determinar las puestas del sol en verano o invierno y poder determinar las festividades. Más al sur que Tasmania es difícil encontrar judíos establecidos puesto que Dios se quedó sin ideas de continentes habitables más abajo. Pero hacia el norte la situación es diferente.
Seguramente, será posible encontrarse paisanos trabajando en pozos petroleros en Alaska, Canadá o Siberia. De hecho, hace cuatro años, cerca del círculo polar siberiano llegamos a Kogalym, un pueblo de estilo soviético pero desarrollado hoy por un consorcio ruso-israelí explotando petróleo allá arriba. Seguramente, en varios lugares remotos de la Siberia ártica quedarán unos cuantos paisanos perdidos, producto de las purgas zaristas o las políticas de Stalin. En Murmansk, saliendo al Mar de Barents, hay una pequeña comunidad que reza en un apartamento privado. Pero posiblemente la sinagoga formal más septentrional se encuentra en Trondheim, Noruega, apenas a unos kilómetros del círculo polar.
Noruega es un país que prácticamente ha perdido toda su población judía. Los primeros en establecerse ahí fueron portugueses llegados hacia los 1.500´s, pero eventualmente la comunidad actual la construyeron ashkenazim. Durante la Segunda Guerra Mundial el país estuvo dominado por los Nazis y por ende muchos de los 2.000 judíos que entonces vivían allí fueron asesinados o migraron a Suecia e Inglaterra. En la hermosa ciudad de Tromo, más allá del círculo polar, una placa a la memoria de los judíos asesinados por los nazis se encuentra al costado de una plaza frente al puerto, pero hoy no quedan judíos. El presente antisemitismo y antisionismo típico de la izquierda “progresista” europea han casi que borrado la presencia judía en este país. Se estima que haya algo más de 1.000 de los cuales la mitad son israelíes recientemente llegados y sin afiliación comunitaria alguna. Oslo cuenta con una pequeña sinagoga medio escondida entre edificios y un igualmente pequeño Chabad. Trondheim es la única ciudad fuera de la capital donde algo queda de judaísmo. Un edificio acondicionado hace 150 años en lo que fuera la estación del tren es hoy la señal más septentrional del judaísmo institucional que hay hoy en el mundo.