Los actos de traición son posiblemente de lo más doloroso y caro para una persona, familia, sociedad o país. Existen leyes que definen lo que constituye traición (para el caso de un país). De ellas se desprenden las interpretaciones, a menudo amañadas, que analizan cada caso. También están las consideraciones personales sobre un hecho. En la medida en que los extremos se polarizan y las situaciones de riesgo existencial se magnifican (de manera real o asumida), la fina línea que separa a una crítica sesuda y constructiva, amén de lo doloroso que sea, de una actitud genuinamente traidora, se van diluyendo, y con ella va mermándose la democracia. También, en esos momentos es que las reales traiciones tienden a ser más costosas.
Como con tantos otros temas, existen claras zonas blancas y negras y otras peligrosas zonas grises. ¿Qué actos constituyen claramente traición? ¿Cuáles son actos pasivos que conllevan a traición o constituyen apologías del crimen? ¿Cuáles actos de heroísmo implican tener que negociar o compartir con el enemigo y que solo la perspectiva que la historia nos brinda es que podemos juzgarlas como acertadas, fallidas o traidoras? ¿Cuáles actos de heroísmo se transforman con el tiempo en traición o viceversa? ¿Cuáles son simples actos de genuina crítica constructiva que deben mantenerse amparados por la ley?
A través de nuestra historia, son varios los episodios que siguen debatiéndose, y otros que considero no merecen discutirse por estar claramente del lado de la traición.
Nuestros sabios dicen que no todos los judíos salimos de Egipto. De hecho, hay posturas que dicen que solo una quinta parte del pueblo salió en el éxodo, mientras que los demás se asimilaron o juraron lealtad al Faraón. La ambivalencia de ellos retrasó nuestra liberación y eso seguramente causó más de una muerte y penuria. ¿Fue eso traición? No creo.
Durante los años de dominio seléucida y romano, muchos optaron por asimilarse o por evitar la confrontación militar. Nuestra historia oficial tiende a presentarlos como traidores y herejes. De hecho, la rebelión de los macabeos, más que luchar contra griegos, luchó contra judíos “helenizados”. Irónico es que tras solo una generación, los mismos macabeos se convirtieron en líderes del helenismo. En ojos de muchos, la simple apostasía es considerada como traición. Para mi gusto, salvo que ella se traduzca en genuinos actos de persecución o difamación contra sus “antiguos hermanos”, no pasa de ser dolorosa. Si bien a lo largo de la historia perdimos millones de paisanos por vía de conversiones libres, forzadas o interesadas, la verdadera traición, en mis ojos, está en aquellos contados casos de quienes tras optar por el Cristianismo durante la España inquisidora, se convirtieron en perseguidores de judíos, apologistas de los crímenes de la Iglesia contra nosotros.
Bajo el dominio de Roma, los zelotas y Bar Kojba optaron por una rebelión armada que nos trajo trágicas consecuencias. De hecho, zelotes y sicaris (de donde heredamos la palabra “sicario”) fueron responsables de miles de muertes de paisanos por el simple hecho de no querer apoyar una guerra contra el Imperio. Rabi Yohanan ben Zakai, por otro lado, fue el “débil” que prefirió a Yavne sobre Jerusalem. El salvó vidas y salvó la cultura. A esos sicarios sí los considero como peligrosos traidores. A Bar Kojba y a sus rebeldes los considero lamentables héroes de una inútil rebelión y causantes de una pérdida de almas (entre muertos y asimilados o esclavizados) que casi compara con lo cometido por los Nazis 1.900 años después. ¿Traición? Quizás no, pero héroes jamás. Finalmente, el callado Rav ben Zakai lo considero una persona de gran visión, el verdadero héroe de ese capítulo.
Nuestros sabios nos enseñan que una de las razones por las que debemos dejarnos matar es cuando se nos obliga a matar a otro bajo pena de muerte, pero dudo que en su momento visualizaron lo que podía darse con la Shoa. El Judenräte tuvo muchos componentes que abren el espacio para considerarla una institución de traidores. En últimas, quedará la consideración de haberse organizado por Nazis y bajo la amenaza de muerte y que en casos, aquellos que hicieron parte de ella, aprovecharon su posición para ayudar a algunos judíos. El célebre caso Kastner, de muy diferente naturaleza, fue centro de debate en Israel hace 60 años. Tener que escoger qué judío podía sobrevivir y cuál no debió haber sido un predicamento abominable pero no traicionero. Disponer de dinero para salvar unas vidas pero no tener suficiente para salvarlas a todas no es pecado. ¿Cómo aplicamos estas enseñanzas a estos capítulos de nuestra historia?
La Ley Penal israelí enmarca la traición dentro de cuatro tipos de actos: Los que atentan contra la soberanía (sección 97-a), los que atentan contra la Integridad (sección 97-b), los que implican colaboración con el enemigo en casos de guerra contra el Estado y que incluyen a organizaciones terroristas (Sección 99), y los que sencillamente implican una intención de cometer los anteriores (sección 100). Nada más leer estos títulos me genera cualquier cantidad de inquietudes sobre casos reales que bienintencionadamente pueden ser luego considerados traición. ¿Qué es integridad y soberanía? ¿Se puede negociar soberanía para conseguir integridad?
¿Dónde ubicamos a los periodistas de ultra izquierdista estilo Haaretz? ¿Qué título merecen personajes como el profesor Finkelstein o el periodista Gideon Levy que nunca logran encontrar algo bueno que emane de Israel y son miel para los oídos de nuestros peores enemigos? ¿Son traidores o simples idiotas útiles con un discurso académico revisionista? ¿Dónde quedan aquellas jóvenes quienes por amor se convierten al Islam y sus hijos bien pueden convertirse en soldados de Fatah? ¿Dónde quedan los radicales de derecha quienes por sus actos terroristas o criminales generan más violencia en contra del resto de la población israelí? ¿Son traidores los judíos que apoyan al movimiento de BDS? ¿Los self-hating jews? ¿Son traidores aquellos quienes a consciencia no se enlistan en Tzahal o se unen al grupo de Breaking the Silence? ¿Cómo juzgar los acuerdos de paz con sus implicaciones sobre la soberanía de Jerusalem y los territorios? ¿Fue traición la retirada unilateral de Gaza que salvo vidas en su momento pero que nos ha causado ya tres guerras? ¿Y qué decir de la participación pasiva en la creación de Hamas para debilitar a la OLP?
Pero hay unos casos contundentes de traición. Por ejemplo, están quienes espiaron en favor de la Unión Soviética durante la Guerra Fría (Israel Beer, Shabtai Kalmanovich, Marcus Klingberg, Shimon Levinson). Está el tristemente célebre Mordejai Vanunu, técnico del reactor de Dimona y converso a la Iglesia Anglicana de Australia, quien vendiera fotos y reportes a un periodista colombiano para exponer los secretos militares de Israel. Esta también el caso de Tali Fahimi, novia del terrorista Zakaría Zubeidi, miembro de las Brigadas de Mártires de Al Aqsa. Ella se prestó para ayudar a pasar terroristas tras la Línea Verde para matar israelíes, y tras años de cárcel optó por convertirse al Islam.
Celebramos las victorias del Mossad (Agencia de Inteligencia de Israel) pero a veces no queremos creer que más allá de algunos beduinos o árabes israelís, también la traición viene de la propia sangre, como en el reciente caso de Gonen Segev, el ex viceministro previamente acusado de traficar con drogas y ahora acusado de pasarle secretos militares a Irán.
Sitio de honor merecen los Naturei Karta (judíos ultraortodoxos antisionistas), quienes por su afán de no ofender a los árabes y su muy particular interpretación de las escrituras, prefieren ayudar a quienes buscan el genocidio del pueblo judío: Prefieren sacrificar los cuerpos de millones por salvar las almas de esos mismos ¡Perverso!
Sabio es aquel refrán que dice “Dios, defiéndeme de mis amigos que de mis enemigos me defiendo yo”.
Como referencia, les dejó estos tres artículos para ampliar: