2024-11-24 [Num. 1010]


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Judaísmo  - Otros

Iona Estévez Bretón

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Por Iona Estévez Bretón
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Artículos del autor: 10
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Médico Especialista en Medicina Familiar Profesor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

Israel en obstinada búsqueda de la paz

2019-02-27

Paz
Si desea escuchar la lectura el artículo puede acceder aquí.

Audio: Dra. Marlene Himelfarb

Los judíos fueron los primeros en creer que la propia historia tiene un significado y que el progreso, no la repetición, es la ley de la vida. Bárbara Ward, 1914 – 1981. Economista y escritora británica – promotora del diálogo ecuménico.  

El episodio del libro de Bereshit o Génesis en el cual Esav vende su derecho de primogenitura, incluidas las bendiciones respectivas, a su hermano mellizo Iaakov -quien luego se llamará Israel- puede ser analizado con una perspectiva que tenga en cuenta los orígenes del monoteísmo y  brinde importantes claves acerca de su presente y de su futuro, teniendo en cuenta las bendiciones que Hashem confirió a estos 2 hermanos a través de su padre Yitzhak. Pero también el tío de estos 2 personajes -Ishmael- recibió bendiciones de nuestro Creador; así se gestan las semillas de las 3 ramas del monoteísmo. Adicionalmente, Hashem dejó establecido un brit (pacto) singular y eterno con quienes somos orgullosos descendientes de Iaakov - Israel.

Comencemos por citar las bendiciones recibidas por el primer hijo de Abraham: Ishmael, ancestro común de todo el pueblo musulmán. Aparece inicialmente en Bereishit (16:11 y 12) el mensaje de Hashem a la sierva Hagar: “Y díjole aún el ángel del Eterno: He aquí que has concebido, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Ismael (Yishmael), porque oyó el Eterno tu aflicción. Y él será un hombre fiero: su mano contra todos, y (la) mano de todos contra él, y frente a todos sus hermanos (con mucha descendencia) habitará”.  El texto de la Torá (Bereshit 17:20) trae más adelante:

“Y en cuanto a Ismael, he oído (tu súplica): He aquí que lo he bendecido y le haré fructificar y lo multiplicaré en gran manera: doce príncipes engendrará y de él haré una gran nación”.

Así se cristaliza un gran pueblo-civilización que llegará a ejercer dominio sobre extensas regiones de la tierra: hoy en día suman unos 1.000 millones de habitantes distribuidos principalmente en la mitad Septentrional de África, la mitad de Asia y con presencia creciente en Europa. Han conformado una fuerte cultura que ha logrado desarrollarse mediante el ejercicio constante de la guerra y la belicosidad; la evidencia histórica desde los días de su profeta Mahoma hasta el presente no deja lugar a dudas.

Por otro lado, la bendición que recibió Esav como padre de la civilización occidental proveniente de la cultura greco-romana, es descrita más adelante en  la Torá (Bereshit 27: 28 y 29):

“Y respondió Isaac, su padre, y le dijo: He aquí que en lo mejor de los lugares de la tierra estará tu morada, y donde el rocío de los cielos cae de lo alto y por tu espada vivirás y a tu hermano servirás; mas cuando te angusties, romperás su yugo de sobre tu cuello”.

Lo anterior nos permite caracterizar un importante pueblo-civilización que se ha valido de las armas para lograr sobrevivir y ha llegado a habitar los lugares privilegiados de la tierra: hoy en día suman aproximadamente 2.200 millones de seres humanos que ocupan principalmente la Europa centro-occidental, América entera y Australia, aferrados al legado de las religiones católica – romana y cristiana – protestante.

La historia nos presenta múltiples episodios de “proselitismo armado” o de simple imperialismo/colonialismo como protagonista de guerras en todo el planeta, con un aumento notorio de su poder destructor desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días.

Los principales entre estos conflictos bélicos se han originado por los descendientes de Esav enfrentados entre sí o con los del seno de Ishmael (quienes a su vez tienen permanentes disputas bélicas internas). Adicionalmente, la Torá define la lucha sin tregua entre los herederos de Grecia-Roma y el pueblo hebreo, gestada según la Torá desde el propio vientre materno y resuelta solo en apariencia con la transacción de venta de la primogenitura. La historia nos muestra numerosos episodios de esta indeseable confrontación entre hermanos - mellizos, caracterizada por la violencia desmedida de los vástagos de Esav contra los hijos de Israel y en todos los terrenos dominados por aquel, con la clara excepción de Australia. 

Para caracterizar lo mas relevante de las bendiciones que heredamos a través de nuestro patriarca Iaakov – Israel podemos citar la historia de sus abuelos en Bereishit en 17: 15 y 16, donde aparece:

“Y dijo Dios a Abraham: A Saray, tu mujer, no llamarás su nombre Saray, porque Sarah será su nombre. Y la bendeciré, y también daré de ella para ti, un hijo; y la bendeciré y vendrá a ser madre de naciones: reyes de pueblos procederán de ella”.

Aquí se aprecia nítidamente la forma en que esta bendición se materializará a través de la abuela Sarah… y no podemos ignorar el meticuloso protagonismo de Rivka, el cual resultó definitivo para permitir a Iaakov – Israel, obtener la bendición de su padre, como primogénito legal.

En este pasaje se puede identificar una clara alusión a nuestra descendencia matrilineal y al valor de la mujer en nuestra cultura, contrastando nítidamente con los otros 2 casos: el islamismo y la civilización greco-romana han sido sociedades patrilineales, con un elemento ancestral y persistente de “machismo” -que incluso llega a la misoginia encubierta o manifiesta-. Elemento que hace proclives a los hombres, por el mínimo protagonismo de sus mujeres, a ser autoritarios, belicosos y a optar por la fuerza en la solución de los conflictos.

Es necesario mencionar que nuestra historia (antigua y moderna) cuenta con ejemplos muy ilustrativos del valor, la sutileza y la sabiduría de nuestras mujeres judías y su decisiva participación en nuestra supervivencia y en la transmisión de nuestro legado; comenzando por nuestras distinguidas matriarcas y pasando luego por Myriam, Débora, Ruth o la Reina Esther y llegando hasta nuestras modernas Ana Frank y Golda Meir.

Pero existe un contraste adicional: en el caso de la bendición de Yitzhak se mencionan linajes de gobernantes, pero no se describe nada alusivo a un carácter guerrero o violento ; lo entiendo como el rasgo “meditativo-espiritual” de nuestro pueblo que siempre privilegia la paz (Shalom)  y en contraposición al ánimo “bélico-guerrerista” de Ishmael y de Esav. Este legado matrilineal que privilegia el ánimo pacifista ha permitido que cultivemos una gran capacidad creativa, potenciada por las continuas adversidades que hemos debido encarar a través de nuestra historia.

Resalto ahora el nacimiento de Yitzhak como un hecho milagroso. Nos cuenta la Torá que este parto fue el fruto de la unión de Abraham a sus 100 años con su esposa Sarah de 90 años y quien hasta ese momento era estéril. Los hijos de Israel conocemos de sobra los innumerables milagros y portentos que han posibilitado nuestra inverosímil supervivencia como pueblo minoritario y más recientemente como Estado de Israel, buscando con obstinación la paz y la diplomacia por encima de la guerra, hasta donde sea posible sin poner en riesgo nuestra integridad.

Posteriormente la Torá define la naturaleza de nuestro brit eterno con el Creador (17:19):

“Y dijo Di-s: Es verdad que Sarah, tu mujer, parirá para ti un hijo y llamarás su nombre Isaac (Yitzhak); y estableceré mi alianza con él por pacto eterno y para su descendencia después de él”.

Brit que nos consolida como una minoría longeva, obsesionada por la paz y orientada hacia las soluciones creativas y la diplomacia, situada en medio de culturas que se desenvuelven alrededor de la guerra masiva y logran sobrevivir privilegiando culturalmente el poder de las armas y las amenazas de agresión militar.

Podemos definir a esta altura 2 consecuencias históricas que han delineado el destino particular de nuestro pueblo -y del monoteísmo, en general-: por un lado, la bendición de Hashem para un pueblo (Islam) que se produce de manera simultánea con la expulsión por nuestro patriarca Abraham de su sierva Hagar y su hijo adolescente Ishmael, con todo la carga de resentimiento histórico que tan compleja situación llegó a  originar en los descendientes de la cultura mahometana. Por otro lado, queda planteada una confrontación entre hermanos mellizos en la cual Esav -la civilización surgida del legado greco-romano, guardará un sentimiento perenne de haber sido despojada (y en su propia concepción: “robada” y “engañada”) de la bendición de la primogenitura; privilegio que en realidad fue legalmente obtenido por Iaakov tras haberlo subestimado Esav.

La Torá lo deja ver en Bereishit 27: 36-38 con estas palabras en boca de Esav:

“Por esto se le nombró con su nombre Iaakov, pues me ha engañado estas dos veces: tomó mi progenitura, y he aquí que ahora me ha quitado mi bendición. Y dijo: ¿Por ventura has reservado una bendición para mí?  Isaac respondió y dijo a Esav: He aquí que por señor tuyo lo he puesto, y le he dado por siervos a todos sus hermanos, y de trigo y mosto le he provisto; y para ti ¿qué podré hacer ahora, hijo mío? Y dijo Esav a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esav su voz, y lloró”.

Me permito finalizar comentando 2 puntos de gran importancia emanados de este análisis con perspectiva histórica a partir de las palabras del libro de Bereishit:

Desde una óptica psicológica y emocional, el resentimiento es un elemento indeseable que no debemos dejar brotar en nosotros mismos ni en los demás, pues es capaz de gestar tragedias de proporciones incalculables y totalmente lamentables. El perdón y la buena comunicación son nuestros principales recursos disponibles. Tanto en lo individual como en lo colectivo. Lo han sido en el pasado y deberán serlo en el futuro.

Desde el punto de vista histórico, aspiro a que el destino viabilice una reconciliación definitiva al interior del monoteísmo. Se dio un paso importante en el año 2.000 cuando en histórica visita a Eretz Israel, el Papa polaco Karol Wojtyla (Juan Pablo II) ofreció públicamente disculpas al pueblo judío por las atrocidades cometidas durante las Cruzadas y la Inquisición.  Además, este pontífice reconoció nuestra primogenitura legal ancestral al declararnos como “hermanos mayores” del pueblo católico-romano.

En nuestros días estamos viendo surgir una comunicación entre genuinos hermanos con la figura del argentino Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio), quien tiene amistades con la comunidad judía austral desde antes de ser nombrado Pontífice, entre las cuales la principal es con el Rab Abraham Skorka. No cabe duda que nuestro pueblo judío puede responder dando muestras de tolerancia y de perdón -aunque sin olvido- mediante el estímulo de las manifestaciones de diálogo ecuménico y colaboración desapasionada, dentro de un clima de responsabilidad y sinceridad. La paz mundial solo puede surgir de la armonía al interior del monoteísmo. Tenemos una gran responsabilidad histórica y también una decisiva misión espiritual.  ¿Seremos capaces de asumir semejante reto?



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