El “Sionismo” (Shivat Tzión) es un movimiento-doctrina, cuyo significado y sentido para el pueblo judío, se basa en el retorno a Sión.
Sión, de acuerdo a los Profetas y a los Salmos, era sinónimo de Jerusalem. Sin embargo Sionismo no significa única y/o exclusivamente, “retorno a Jerusalem”, sino que por extensión, a través de los siglos, el concepto se refiere al “retorno a la Tierra de Israel (Eretz Israel).
Tal vez el primer movimiento de carácter Sionista, lo tenemos, con la salida de Egipto, de lo que en ese entonces era el Pueblo Judío, los descendientes de Jacob o lo que es lo mismo, los descendientes de Israel. (Recordemos que a Jacob, después de luchar contra un Ángel, Dios le cambia el nombre a Isra-El, porque (“ki Sarita im Elohim”), has luchado con (el Ángel de) Dios.
Recordemos en Génesis, Cap. XII, en la Parashá “Lej-Lejá”, versículo 7, este pasaje: “Y apareció el Eterno a Avram (aún no se llamaba Abraham) y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra”.
Igualmente, en Génesis, Cap. XV, vers. 7, “Y le dijo: (Nuevamente a Avram), Yo soy el Eterno que te saqué de Ur de los Caldeos para darte esta tierra para heredarla”.
Nuevamente, en Génesis XVII, versículo 8: “(Ya Hashem lo nombra como Abraham), Y daré a ti y a tu descendencia, después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán para posesión perpetua”.
Más adelante, en Génesis XXVI, versículos 2 al 5: “Y se le apareció el Eterno (a Itzhak) y dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Peregrina en esta tierra y estaré contigo y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras y confirmaré el juramento que juré a Abraham tu padre. Y multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y daré a tu descendencia todas estas tierras; y serán benditas por tu descendencia todas las naciones de la tierra. Porque escuchó Abraham mi voz y guardó mi sentencia, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”.
Para completar la genealogía de Abraham hasta Jacob, en Génesis XXVIII, versículos 1 al 4, leemos: “Y llamó Itzjak a Jacob y lo bendijo y le ordenó diciéndole: No tomes mujer de las hijas de Canaán. Levántate, ve a Paddam-Aram a casa de Betuel, padre de tu madre y toma para ti, mujer de las hijas de Laván, hermano de tu madre. Y el Dios Todopoderoso te bendiga y te haga fructificar y te multiplique de manera que vengas a ser congregación de pueblos y te dé la bendición de Abraham a ti y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra de tus peregrinaciones, que Dios dio a Abraham.”
No obstante, -no es relevante-, pero podemos considerar como movimiento de retorno “Número cero”, el que hizo Jacob o Israel, con su grupo familiar, -el pueblo judío de ésa época, al regresar de Paddam-Aram a Canaán, así, Génesis XXXI, versículo 13: “Yo soy el Dios de Bet-El, donde ungiste el monumento y donde me hiciste voto. Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a la tierra de tu nacimiento”.
Para que no quepan dudas, Dios también trata con Jacob/Israel acerca de la tierra prometida, en Génesis XXXV, versículos 11 y 12: “Y le dijo Dios: Yo soy el Dios Todopoderoso; sé fecundo y multiplícate; una nación y una congregación de naciones, procederán de ti y reyes saldrán de tus lomos. Y la tierra que he dado a Abraham y a Itzhak, a ti te la daré; también a tu descendencia después de ti daré la tierra.”
En Éxodo VI, Parashá VAERÁ, versículo 4: ”Y También establecí mi pacto con ellos, para darles la tierra de Canaán…” versículos 7 y 8: “Y os tomaré por pueblo mío y Yo seré vuestro Dios; y conoceréis que Yo soy el Eterno, vuestro Dios, que os sacó de las cargas de los egipcios y os llevaré a la tierra acerca de la cual levanté mi mano que la daría a Abraham, a Itzhak y a Jacob y os la daré a vosotros en posesión, Yo soy el Eterno”.
Las citas anteriores nos enseñan que Dios nos dio la tierra en mención. El concepto de volver a Sión/Israel aparece en la Torah. Por ello, es incomprensible, incoherente e incongruente, que un Judío, viviendo en Israel, se autodenomine “sionista ateo” o “sionista laico” (no le interesa la Torah de a mucho, de a poco o nada) cuando el concepto del derecho a la tierra de Israel y el del retorno, están mencionados en repetidas oportunidades, en el Tanaj.
Sin embargo, perdimos esta tierra, por no merecerla, por alejarnos de Hashem. Es decir, la tierra nos fue dada a perpetuidad, pero siempre y cuando, a perpetuidad estuviéramos vinculados a Dios, a través del cumplimiento de Mitzvot. En diferentes oportunidades la perdimos. La perdimos cuando Nabucodonosor arrasa con el Templo, (586aec), asesina a hombres, mujeres, ancianos y niños y se lleva a los sobrevivientes a Babilonia. Los profetas se volvieron “roncos” de insistir ante Reyes y ante la población, los estragos y castigos a que Hashem nos iba a someter, por mantenernos alejados de Él.
(Perdimos la tierra o si lo queremos oír con más “suavidad”, perdimos la tranquilidad que debíamos tener, emulando a Hashem. Comenzamos a perderla desde los tiempos de Shlomo Hamelech. (973aec-933aec). Nuestro Sabio Rey Salomón, no podía controlar a -sus cerca de- 1000 mujeres, de manera que cada una andaba con sus ídolos al igual que su descendencia y toda la población de la época estaba contaminada con la idolatría).
Mientras tanto, los judíos establecidos en Babilonia, gozaban de libertad, aunque con ciertas restricciones. Y lo cierto fue que gracias a los jajamím de la época el judaísmo continuó “vivo”, con algunos cambios circunstanciales, al no estar cerca del Templo, ya destruido.
Perdimos la tranquilidad de nuestro culto y estabilidad espiritual, cuando el reino Asirio (722aec), arrastra la casi totalidad de nuestras tribus, dejando DESOLADO, el reino de Israel. Precisamente, por alejarnos de Hashem. También cuando los Griegos (Alejandro Magno, entre el 336aec y 323aec)y finalmente se podría decir cuando los Romanos, quienes actuando como “agentes” de Dios, casi nos acaban a pesar de Bar Kojva (132aec-135aec) y todos esos titanes que luchaban –desgraciada e infelizmente- desunidos contra ese imperio. La corrupción generada por el clan de Herodes y sucesores, salpicó también los manteles del Sanhedrín.
Perdimos la tierra, entregada por Hashem, en Bandeja –no de Plata, sino-, de oro. Nuestra tierra, prácticamente quedó despoblada y lo menos que podía pasar con un terreno baldío y sin dueños, es que otros la ocuparan.
Pero nuevamente, gracias a Dios, aunque algunos sectores o sectas del judaísmo lo desconocen, la votación de 1947 en la ONU, nos entregó una parte de la tierra que Él nos había entregado. Es decir, volvimos a tener la Tierra Prometida, -parcialmente-, gracias a Hashem.