Esperaba grandes reacciones, positivas y negativas, pero no imaginé lo superlativo de ambas. Tampoco imaginé que ese artículo se constituyera en el que más reacciones generase tras varios años escribiendo para Hashavúa. Esto me alegró mucho, en la medida en que el contenido de mis artículos, y en general el de la revista, tiene que ver con temáticas judías e israelíes, y apenas tangencialmente con temas colombianos. Cualquiera que haya sido la reacción de los lectores, considero que de arrancada esto es ganancia.
En la industria de servicios he aprendido lo particular del mundo de Tripadvisor: 99 aciertos pueden generar apenas 5 comentarios positivos, pero una equivocación y seguro que lo queman a uno en el paredón. 99 personas pueden estar satisfechas con un servicio, pero no se sienten motivados a opinar, mientras que quien se siente ofendido es capaz de exagerar sus sentimientos con tal de ser oído y de poder ventilar su frustración. A dos días de publicado el artículo y a una semana de haber comenzado a salir algunos links de diversas fuentes periodísticas sobre lo que fue aquel evento y paseo, solo cuatro personas se me han dirigido con fuertes críticas (dos son pareja), pero muchísimas más con manifestaciones de admiración y alegría. Si me pusiera a sumar likes, sonrisitas, besitos, thumbs-up y demás emoticones, mensajes de WhatsApp, llamadas, comentarios de viva voz, correos electrónicos y demás, el marcador estaría del orden de 4 a 200. De esos doscientos, me atrevería a pensar que un 80% son miembros de comunidades afiliadas a la CCJC, así que al menos en esta muestra estadísticas, los argumentos halájicos que pretenden exponer mis detractores, quedan relegados por abrumadora goleada.
Mis detractores tuvieron expresiones muy sentidas y viscerales, varias de ellas muy válidas. A hoy tendré tres amigos ofendidos y otro menos en mi Facebook. Uno de ellos es una “furibista” no correligionaria, muy contraria al proceso de paz, y perfectamente alineada con su histórica posición. Al menos ella no peló el cobre. Otro es un correligionario poco comunitario y sobreviviente de la Shoa. Como tal, sus comentarios me son perfectamente respetables. El tercero y la cuarta son una pareja de activos miembros de una de nuestras comunidades, quienes a menudo y con vehemencia abogan por la inclusión, la tolerancia y la paz con los palestinos. Ahora ellos critican mi “falta de consistencia” a pesar de promocionarse como grandes defensores del SI. En el caso de tan sintonizada pareja diríamos en francés que “tacaron burro”. Constituyen todos ellos un grupo variopinto de personalidades que nos permite concluir que, a la hora de sentirse ofendidos, no existen equipos claramente definidos. Pero los cuatro se otorgaron a sí mismos el derecho a opinar y condenarme en nombre de multitudes homogéneas, bien fueran las víctimas de la Shoa, las generaciones pasadas, el pueblo judío en general, la comunidad judía de Colombia, todos los secuestrado en el país y hasta me acusaron de actuar en nombre de la comunidad judía y de cometer Jilul HaShen (¿Será esa una manera elegante de mentarme la madre?).
Me reclamó uno de ellos el respeto por las diferencias, pero no supo él demostrarlo con su diatriba envenenada, y su respetada esposa no encontró mejor manera para celebrar su mente liberal y justa que censurando a Hashavúa y la libre expresión. Asumo pues que ellos esperarán la justicia Divina o las victorias bíblicas para eliminar al enemigo. ¿Acaso creerán que la paz es un ejercicio teórico que se da con la firma de documentos impersonales?
Incluso, hubo quien criticara la pasividad de la CCJC como si algo tuviera que ver la Confederación con el paseo que organicé o con el artículo que escribí o con el mensaje de solidaridad que enviara las FARC. Dudo que él supiera que, mientras tanto, otros líderes comunitarios, ex secuestrados y sobrevivientes de la Shoa también me expresaban su apoyo. Estos últimos no sintieron ninguna traición a la memoria de nadie, ni le apuestan a la justicia divina, y tienen claro que la paz se hace con los enemigos, y que eso implica tener que llegar a puntos de encuentro donde necesariamente toca pasar la página. Hasta con lágrimas en los ojos me demostraron su beneplácito con la manifestación de solidaridad que las FARC tuvieron con nosotros.
Queridos detractores: Ustedes no hablan por todos, y si puedo juzgar por el par cientos de reacciones que recibí, ustedes ni siquiera son estadísticamente representativos. Apenas son bulliciosos. Para ustedes no hay zonas grises ni acuerdos viables. Ya los veré quejándose en cocteles si a las FARC les da nuevamente por invitar a Mohsen Rabani a Colombia o por apoyar a BDS. Seguramente también criticarán a la CCJC por su falta de efectividad. Desde su cómoda posición coctelera siempre estarán del lado sabio y justo, sin mayor esfuerzo.
Además, los contrariados solo lograron calmar sus apasionadas diatribas tras varios días de ventilar hiel y después de expresarse (al menos los tres paisanos) con argumentos rastreros, soeces y desatinados. Quieren juzgar un proceso con el primer pase al bate, como si con la foto de una primera reunión quedara todo arreglado. No se permiten entender el ejercicio como un primer paso, uno de muchos que quedan por delante. Para ellos mi responsabilidad es lograr el éxito absoluto en el primer intento y no reconocen el mérito de dejar sembrada una semilla. Los teóricos consideran que, de haber sido ellos, lo hubieran hecho mejor. Yo no ostento ningún cargo comunitario, ni jamás me he postulado para posición alguna. A mí me gusta obrar a título personal, asumiendo mis costos, mi sudor y mis errores, y en beneficio de quienes quieran compartir el proyecto del caso, sea Hasbará, Emergentes, Limmud o lo que se cruce en el camino.
Los cuatro me acusaron de tomar posiciones que nunca fueron mías (olvidar a mis muertos, hablar en nombre de la comunidad judía, perdonar los crímenes). Asumo que prefieren tener a una FARC eternamente dedicada a condenar a los judíos y a Israel o eternamente dedicada a agredir a la población civil desde su monte. Para ellos, si el mundo mejorara, se quedarían sin argumentos ya que se alimentan del desgaste que trae el conflicto. En común, los cuatro sugirieron que ese acercamiento era similar a haberme sentado con Hitler o con un kapo. De eso escribiré en otra ocasión pues creo que su banalización de la Shoa merece capítulo aparte. Me acusan de trivializar el holocausto, pero creo que son ellos los que se prestan para ese juego irresponsable haciendo comparaciones apresuradas. Piensan con las tripas. Las diferencias son inmensas, pero por lo menos sí puedo contestarles que me he sentado a tomar café con ex miembros de la Hitler Jugend, porque fueron amigos de familia, mi familia víctima de la Shoa. Ni olvido ni perdono, pero eso no me evita buscar un mejor futuro o reconciliar a las generaciones futuras. Ni con ese argumento barato pudieron. Yo también puedo decir que me he enfrentado un número plural de veces, cara a cara, contra antisemitas en suelo europeo y fueron ellos quienes salieron corriendo.
Amigos de la paz en cocteles, les gusta ufanarse de sus posiciones progresistas, pero se arrugaron a la hora del baile. Tanto que pregonan amistarse con los palestinos, pero nos siguen debiendo esa foto. Años escuchándoles sus voces moralizadoras a la hora de opinar sobre el conflicto del Medio Oriente, opinando a los tres vientos que, como judíos, debemos tender la mano a los palestinos, por terroristas que sean, ya que tampoco somos tan inocentes como nos imaginamos. Cuántas veces oí decir que debemos aprender a ceder, a convivir, a pasar la página. Pero con el caso de las FARC resultaron negados a cualquier acercamiento. Pero las FARC reinsertadas resultaron ser su línea roja, y el hipócrita les resulté ser yo. Progres de pacotilla.
Ellos creerán que saben mejor que las víctimas, pero las manifestaciones que recibí de sobrevivientes de la Shoa o de sus hijos, fueron todas extremadamente positivas. De quienes se encargan de preservar la memoria del Holocausto a nivel nacional, los comentarios también fueron positivos en la medida que entendieron fácilmente el valor educativo, de esclarecimiento y de buen ejemplo. La función de Hasbará y Zajor de conmemorar el Día Internacional de la Shoa no es mantener a cada actor del conflicto en su posición, sino la de lograr cambios positivos en el mundo. Podrán algunos no compartir esa posición, pero serán entonces ellos quienes deban reflexionar sobre su propia consistencia y no señalar a quienes algo sí hacen para cambiar actitudes.
El mundo interconectado tiende a confundir alianzas y a forzar comparaciones innecesarias. Los movimientos feministas y LGBTI tienden a perder credibilidad en la medida en que creyendo que todos quienes están en supuestas posiciones de inferioridad son buenos y se convierten en aliados naturales. Así es como se unen ridículamente a causas como la palestina o la islamista cuando ambas son precisamente adalides del abuso a la mujer y a los gays. Por eso, creo que es conveniente ser aliados de grupos para tratar temas que tengamos en común, pero sin que eso nos convierta en defensores de todas sus plataformas. De hecho, no creo que un acercamiento para esclarecer hechos y posiciones nos convierta como comunidad en aliados de ciertos partidos políticos. Creo sano poder celebrar que las FARC quieran recordar la Shoa públicamente, por hipócrita que pueda sonar, o de celebrar con evangélicos su apoyo por Israel. Eso no nos debe obligar a que tengamos que compartir todo su programa de gobierno o su historial. Podemos distanciarnos de ambos a la hora de considerar temas como su política económica o el aborto. Las FARC pueden seguir siendo pro-palestinas, pero debemos velar porque no sean antisemitas. Satisfecho me siento que haber gestado el quiebre de un record de 55 años de manifestaciones antisemitas y antisionistas por parte de las FARC. Si de ellos se trató apenas de una manifestación barata y oportunista, pues bienvenido sea ese primer paso. Ojalá le pierdan la vergüenza a tomar posiciones más acertadas. SI nos quedamos esperando a la perfección, se irá la vida sin logros.
En cambio, quienes me enviaron su voz de apoyo lo hicieron de manera breve y puntual, sin protagonismos ni dramatismos. Entre ellos hubo incluso quienes se ofrecieron a apoyarme con ese tipo de acercamientos y proyectos, bien fueran para la paz o para el turismo de aventura. De los líderes religiosos y comunitarios que se manifestaron, todos sin excepción me dieron su beneplácito o al menos no manifestaron crítica alguna (y bien acostumbrado que estoy a recibir críticas de diversos líderes comunitarios). En algunos casos, también me han solicitado poder aprovechar ese canal que abrí para tratar temas de interés comunitario con los FARC. Para quienes piensan que la CCJC debe ser eterna enemiga de las FARC, oh sorpresa será saber que mucho antes de yo haber recibido sus críticas, directivos de la CCJC ya me pidieron turno para un café con el liderazgo de las FARC. Afortunadamente hay quienes no se apasionan tanto ni tan rápido y pueden apreciar el lado positivo de estos acercamientos.
Si el plebiscito no se hubiera efectuado en vísperas de Rosh Hashana, hubiera votado por el NO. Lo hubiera hecho a conciencia, después de haberme leído y analizado las 300 páginas del acuerdo y después de haber hablado con par negociadores. Quienes me conocen bien saben que es así. A hoy, sigo pensando que el acuerdo fue mal concebido, que está lleno de injusticias y aberraciones, que es imposible financiarlo, y veo claramente que ninguna de las partes ha cumplido con sus compromisos. Pero también veo con terror cómo se desmorona el acuerdo, y digo “con terror” porque siento que una vez establecido, así fuera a punta de un congreso comprado, el precio de su destrucción es aún peor.
Para mí, ese acuerdo es un hecho y es la realidad que hay que afrontar. Entonces, si bien no lo comparto, trato de hacer de él lo mejor posible. No me quedo cruzado de brazos ni me vanaglorio en cocteles con las “mamertadas” de otros. Mi evento turístico no lo hice por las FARC ni para ellas. Organicé un proyecto turístico de talla mundial, aprovechando la coyuntura nacional, y logré vincular exitosamente a todos los actores del conflicto, hoy en proceso de reconciliación. El gobierno nacional y local, la ONU, las FFAA, las FARC, la ARN; la policía nacional, las comunidades del caso y grupos de víctimas sacaron provecho del mismo y pudieron, en justicia, lucir su protagonismo. Quienes me critican se enfocaron en el título amarillista de mi artículo, de la foto de cabecera, pero capaz ni leyeron o digirieron que el evento vinculó a 2 batallones del ejército, a medio centenar de policías, a un resguardo indígena muy victimizado durante la violencia, a dos corregimientos, al gobierno nacional y a las Naciones Unidas, todos de la mano, trabajando por un mismo objetivo. Quienes desde el confort de su sala critican el evento, nunca vieron la camaradería entre soldados y exguerrilleros subiendo la loma, protegiendo el sector, haciendo campamento, compartiendo comida. Quienes tuvimos le privilegio de compartir esa experiencia, vivimos momentos históricos.
En otras actividades humanitarias he aprendido que el ocio es el peor de los enemigos. Ahí comienzan las dependencias, los problemas emocionales, las adicciones y en últimas, la guerra. Si esa gente sigue a la deriva, sin opciones viables y válidas para desarrollarse económicamente en ambientes sociales legítimos, su camino necesariamente será el del narcotráfico, armados en el monte. Yo hago mi parte para ver que al menos algunos no reincidan, para que ciertas comunidades entren dentro del radar de la institucionalidad. Y ahí sí, en términos bíblicos, si al menos quedan 10 buenos, habrá valido la pena el esfuerzo. Mi último año organizando este paseo también me enseñó que las estadísticas en Colombia muestran que las poblaciones más vulnerables a la violencia han sido las que con más facilidad han dado la bienvenida al proceso de paz, y las más cómodas, en las ciudades, son las más reacias al proceso.
¿Que si todo es perfecto? No, Tanja la holandesa se retiró de las FARC porque no supo compartir el crédito con el gobierno por el proyecto que lideré. Ella querrá aún entrar victoriosa y a caballo a la Plaza de Bolívar cual Fidel u Ortega. No soy experto en temas de FARC, pero conozco también a otros que sí le apuestan fielmente a la paz, que hacen empresa, que se cansaron de la guerra, que vieron que claramente no tenían proyección. ¿Cuántos más de las FARC siguen delinquiendo? No sé, seguramente muchos. Pero mi rol no es el de juez ni abogado. Yo soy otro civil de a pie tratando de hacer algo por una mejor Colombia. ¿Qué podré tener chascos con este acercamiento? No lo dudo, pero debo arriesgar un huevo para conseguir el pollo. Mi conciencia quedará tranquila sabiendo que sí hice algo por mi país. Feliz estoy organizando un próximo taller para reunir a varios participantes del proyecto para afinar el lápiz, mejorar, proyectar. Si la primera vez les di el pescado, ahora quiero ver que sepan pescar.