La Parshá de esta semana, Mishpatim, nos entrega 53 Mitzvot; de ellas, 23 son positivas (debéis hacer) y 30 son negativas (no debéis hacer). El listado de ellas resulta redundante en este caso; empero, es importante hacer énfasis en que las Mitzvot entregadas en esta ocasión son un compendio de leyes civiles, penales, sociales, agrícolas, religiosas y dietéticas. Ahora bien, más allá de la importancia que ellas mismas son, de la interpretación que nuestros sabios le dieron a cada una de ellas y de la ejecución que debemos llevar a cabo con ellas, está el sello final de aceptación con el que los hijos de Israel adoptaron ese eterno compromiso con el Todopoderoso y que ratificaron con Moshé Rabeinu; a saber, el momento en que dijeron: “Naasé VeNishmá” (haremos y escucharemos). Pero, en última instancia, ¿qué quiere decir eso para nosotros hoy en día? Y, ¿cómo sabemos que ese fue el compromiso sólo con esas Mitzvot y no con todas?
La Torá en Sefer Shemot nos dice: “Y así Moisés vino y le dijo al pueblo todas las palabras del Señor y todas sus ordenanzas y todo el pueblo respondió en unísono y dijo, ‘todas las palabras que el Señor ha hablado las haremos’ (24:3)... Y él tomó el Libro del Pacto y lo leyó para que el pueblo lo escuchara y ellos dijeron, ‘todo lo que el Señor ha hablado haremos y escucharemos’ (24:7)”. Es ese el pacto que hicieron nuestros antepasados frente al Jar Sinaí, con Dios como testigo en la cima del monte y ese compromiso quedó establecido para todas nuestras generaciones, dentro y fuera de Israel. Es más, el hecho que los Diez Mandamientos, que todas estas Mitzvot, se hayan entregado fuera de Israel ratifican que este compromiso no está ligado al lugar donde nos encontremos sino que es un pacto eterno en donde nos encontremos.
Esto significa que aún hoy en día ese pacto está vigente en la diáspora y en Medinat Israel, para todos nosotros. Eso significa que todos nosotros estamos permanentemente comprometidos a cumplir las Mitzvot que Dios nos entregó. No a una, ni a una a medias, sino a todas en su complejidad y totalidad. No se trata de cumplir las Mitzvot de acuerdo a “mí opinión, comodidad y beneficio”, se trata de cumplir ese pacto de acuerdo a la letra de la ley. Nuestro compromiso, hecho por nuestros antepasados, no fue sólo para ellos y no fue sólo lo que acababa de decirse sino todo el compendio de leyes que están en el Libro del Pacto.
De entrada, el compromiso puede parecer haber sido dado al revés. Técnicamente, primero se escucha y después se hace. De hecho, si nos atenemos a la retórica malévola de los samaritanos, supongo que podemos caer en ese juego equivocado, tal como nos lo recuerda el Rambam a lo largo de toda su Mishná Torá; empero, ese es un territorio que no hace parte de este análisis pero, sin lugar a dudas, es importante anotarlo por cuanto puede pervertir la pureza de nuestro judaísmo y, en última instancia, el de este mismo análisis. No, el orden de las palabras en este caso es correcto. Ese es el concepto básico de Kabalat Ol, del Yugo Divino. Primero y antes que nada haremos, haremos sin objeción alguna todo lo que el Creador nos dice que hagamos y después escucharemos. Ahora bien, ¿no escuchamos ya lo que se nos dijo para hacerlo?
Nuestros sabios nos enseñan que “VeNishmá” en este caso significa: Después de haber hecho lo que se nos dijo, entonces lo estudiaremos , lo analizaremos, por cuanto efectivamente ya hemos oído una orden. Un caso en el que todos nos podemos relacionar es el de un hijo, el padre le da una orden al niño y éste la tiene que cumplir; sin embargo, en más de una ocasión el niño va a cuestionar al padre en su dictamen, ¿por qué lo tengo que hacer? El hijo va a querer imponer su voluntad frente a la del padre, él quiere saber por qué tiene que hacer esto o lo otro si eso no le interesa. Así mismo, es nuestro caso como judíos, debemos cumplir Shabat, debemos cumplir Kashrut, etcétera. ¿Por qué? Porque Dios nos lo ordenó y nosotros nos comprometimos a llevarlo a cabo. Eso es Kabalat Ol, eso nos debería importar más que estudiar la cábala sin cumplir nada de lo que Dios nos exige en primera instancia. Sí, esa cábala que tan de moda está donde judíos y no judíos deciden estudiar y asumir una filosofía sin cumplir ninguna Mitzvá a cabalidad. El compromiso de Naasé VeNishmá no es hacer de los Mandamientos lo que yo y mi gran ego quieren a mi mejor acomodo. El compromiso de Naasé VeNishmá es, sin importar nada, primero hacer lo que Dios nos ha exigido hacer y después dedicarnos a entender los motivos o razones para tales ordenanzas. Así que para todos los cabalistas novatos, entre otros tantos grupos, que necesitan una inspiración para cumplir su judaísmo, les recuerdo que primero debemos cumplir con nuestro compromiso y después entregarnos a tales profundidades de la filosofía mística judía.
Ahora bien, vale recordar y subrayar que este compromiso de Naasé VeNishmá es tan grande que, de acuerdo a nuestra tradición y nuestros sabios, fue el momento en el cual todos los hijos de Israel, todas sus almas, existentes y por venir, se convirtieron al judaísmo. Ese momento es tan crucial para nosotros que se convirtió en el preciso instante donde Klal Israel se convirtió en el pueblo elegido de Dios, elegido para cumplir sus Mitzvot y ser bendecidos por el Todopoderoso por llevarlas a cabo para entonces estudiarlas. El mito que Rut fue la primera conversa se desvanece instantáneamente cuando aprendemos nuestra historia correctamente, fue el pueblo de Israel el que primero se convirtió al judaísmo pronunciando las palabras Naasé VeNishmá.
Nunca es tarde para inspirarnos y retomar nuestro compromiso, esta puede ser la ocasión para surgir entre los errores y asumir nuestro deber como judíos. La importancia de Naasé VeNishmá es que lo podemos retomar desde el fondo de nuestro corazón con todas nuestras fuerzas para hacerlo una realidad para nosotros, para nuestros hijos y para todos los judíos del mundo. Naasé VeNishmá lo confirmamos todas las mañanas, al levantarnos, cuando recitamos el Modé Aní y todas las noches cuando rezamos el Shemá AlHamitá, antes de dormirnos. Ser judío no es un nombre, tampoco es un estatus social, mucho menos es una raza, ser judío es representar ese compromiso a cabalidad por todos nuestros días.
Esperando que un día muy pronto Klal Israel se levante de su letárgico sueño y haga lo que Dios nos comandó a hacer para poder ser...