Quisiera aprovechar este espacio para explicar brevemente unos puntos de vista sobre por qué FARC y Nazismo son cosas aparte y por qué quienes las asemejan caen en el error de banalizar a la Shoa. Son ellos precisamente quienes le dan munición al enemigo con esas tristes comparaciones apresuradas.
-Las FARC nunca fueron derrotadas, los Nazis sí.
-El partido Nazi es ilegal; las FARC no (y en adelante, me referiré a las FARC como partido político únicamente para no confundir con quienes no vincularon al proceso o quienes reincidieron).
-Las FARC surgieron para defenderse del ataque militar de 1964. Previamente estaban organizadas para defender a unos campesinos de los ataques de chulavitas godos. Su misión fue la de derrocar al régimen e implantar un sistema Comunista en Colombia. Los Nazis organizaron el Tercer Reich para eliminarnos de la faz de la tierra. A los guerrilleros de las FARC les cabrá el título de asesinos, violadores, reclutadores de menores, terroristas, secuestradores, chantajistas y otros más, pero no el de genocidas.
-Dentro de la orgía de la violencia colombiana, el de la UP es capaz el único genocidio que clasificaría bajo la definición internacional del concepto. Campañas sistemáticas de eliminación de una población definida no se me ocurre que hayan ocurrido en nuestro territorio, al menos como lo define la ley. Los Nazis, por definición (incluyendo la suya propia), son genocidas.
-La guerra en Colombia se dio entre colombianos: entre vecinos, hermanos, socios, gente de mismo color de piel, misma religión. Desde esa óptica resulta ser más aberrante no reconciliarse entre colombianos que entre nazis y judíos.
-De arrancada, Hitler, Goering, Himmler o Eichmann jamás se sentaron a la mesa para un shabat ni se prestaron para un proyecto de reconciliación.
-En Nurenberg los nazis no aceptaron culpas ni se arrepintieron. 75 años después, quienes se identifican con el Nacional Socialismo siguen siendo negacionistas e incitadores.
-Las FARC han sido y son la inmensa minoría en Colombia, con apenas 0.4% del electorado. Alemania era Nazi, por elección popular, con apoyo popular, con apoyo eclesiástico, industrial, artístico e intelectual. Alemania fue predominantemente nazi. Las FARC, sus milicianos y familias nunca contaron ni con un punto porcentual de apoyo popular.
-En los últimos dos milenios jamás un ejército de judíos, gays o gitanos le declaró la guerra o se sublevó contra los países donde residían. Después del holocausto, estos grupos tampoco se han prestado a vendettas contra sus victimarios.
-Un alemán nazi en 1940 matando a un judío lo haría consciente de la identidad de su víctima. En Colombia, el gran absurdo es que muy a menudo la víctima era colateral o no tenía motivo de caer en el fuego cruzado. En el caso de la Shoa no hay términos grises a la hora de identificar responsables; el caso colombiano está lleno de culpables y de matices.
-En Alemania, una vez finalizada la guerra, pocos siguieron siendo orgullosa y abiertamente nazis. En Colombia está por verse qué porcentaje de las FARC seguirá comprometida con el acuerdo de paz. ¿Acaso Tanja volverá al monte? ¿Cuántos miles seguirán en las filas de Márquez, de Duarte, de Santrich o de Romaña? ¿Los que siguen en la vida civil, haciendo empresa, escribiendo libros, acudiendo a la JEP no pueden considerarse acaso harina de otro costal?
-El pueblo alemán ha sabido hacer un mea culpa nacional y a conciencia. Eso les tomó años, pero hoy son los adalides del “anti-antisemitismo” en Europa. Alemania se constituyó en la conciencia moral de Europa. Las FARC dentro de la legalidad están aún biches para dar esos cambios. Hay que darles un empujoncito.
-En Colombia, buena parte de la violencia se ha dado entre bandos armados. Cayeron muchas víctimas civiles, claro que sí, pero la orgía de muertes entre guerrilla, paramilitares, militares y mafias varias en nada se compara con los millones de indefensos que fueron a parar a fosas comunes, cámaras de gas y crematorios.
-En Colombia no reconocemos fácilmente a los aliados ni a los enemigos. Andamos mezclados y fluimos entre bandos como si se tratara de futbolistas en pretemporada. Además, la cocaína desdibujó los ideales de todos los bandos. En cambio, en la Europa de la Shoa, al bando débil se le tatuó el antebrazo y sobre su ropa se le bordó una estrella o un triángulo, y se le midió la nariz y la frente para probar su identidad. Hoy es el día en que seguimos debatiendo si en Colombia hay/hubo guerra civil, conflicto armado, guerra de guerrillas, enfrentamiento entre grupos mafiosos u otro pocotón de ribetes con los cuales tratamos de definir a esa vorágine. La sutileza de estas definiciones trae como consecuencia grandísimas diferencias con la Shoa. El solo hecho que a 2020 siga esa discusión criolla hace que los casos en cuestión sean supremamente diferentes.
-Las muertes son horrendas. Las discusiones se pierden cuando entramos a comparar si una muerte tras violación, mutilación e incineración es mejor, peor, o equivalente a 10 personas rematadas con un tiro de gracia; sí es peor o más feo matar a todos los residentes de un ancianato a matar a la mitad de un kínder. Pero hay diferencias cuando se trata de muertes entre bandos armados o cuando se ataca exclusivamente a comunidades indefensas.
-Las FARC tienen hoy el aval del gobierno nacional, la ONU y el respaldo de las FFAA´s. Claramente hay diferencias entre justicia y legalidad, pero legales sí son las FARC, al menos aquellos dentro del partido político.
-No todos los crímenes de guerra, por atroces que sean, constituyen genocidio. Se ha puesto de moda que el peor insulto, más feo que un madrazo, es tratar a alguien de genocida. Chavez, Maduro, Uribe o el matón de turno en cualquier colegio gringo se vuelven genocidas, aunque ninguno cumpla con esas condiciones. Genocida puede ser un colono en la selva amazónica que elimina a toda una tribu para hacerse a un territorio, aun matando menos personas que un Popeye, quien, con miles de muertos a su haber, no fue genocida.
-Tampoco se puede confundir Genocidio con Limpieza Étnica, y no toda limpieza étnica conlleva a muertes. Limpieza étnica puede ser el desplazamiento forzado de una población definida sin que eso implique una sola muerte. Limpiezas étnicas se hacen incluso por mutuo acuerdo y pueden ser muy efectivas. Llamémoslas “intercambios de población” para ser políticamente correcto.
-Los procesos de paz se hacen con los enemigos. Salvo que se les derrote en el campo de batalla y al estilo bíblico, o como pasó con los Tigres Tamiles en Sri Lanka donde no quedó varón, mujer, niño o bestia, los demás procesos se hacen con enemigos. FMLN, OLP o IRA llegaron diezmados a la mesa de negociación, pero no llegaron derrotados a firmar su rendición. Como tal, ahí están sentados en sus poltronas en congresos y palacios presidenciales.
-Cuando la parte oficialista se presta para sentarse a negociar, se sobreentiende que no habrá penas privativas de la libertad o pelotones de fusilamiento y que sí habrá criminales de a pie, gozando de derechos civiles. Ese es el precio del acuerdo. Menos que eso se llama rendición y eso en Colombia no hubo.
-Eso obviamente no hace inocentes a las FARC, así como tampoco hace inocentes a los paramilitares o a los militares autores de los falsos positivos. El bulto lo lleva la población civil que no hizo parte de grupo armado alguno.
-Es razonable argumentar que las masas de desplazados por la violencia colombiana durante los años 40´s y 50´s fueron duramente castigadas. Las guerrillas surgieron como defensa a su vida, honra y propiedad. Las FARC, duraron viviendo 7 años en una zona de despeje que fue violada por la fuerza armada colombiana en 1964. Que luego se convirtieron en otra cosa, no cabe la menor duda. Por el otro lado, ningún alemán fue desplazado con violencia por ningún judío.
-En mis viajes, siempre he querido entender otros procesos y compararlos con el caso colombiano. Camboya es uno de ellos, donde para obtener la paz, decidieron que lo que tocaba hacer era acostarse con el enemigo. 40 años después, Camboya es un país pacífico, en franca vía de desarrollo, donde la realeza, la población civil, el Khmer Rouge y los vietnamitas aprendieron a vivir en armonía. Macabro, pero eficiente. Así también, en Chechenia, Sudan, Irlanda del Norte, Líbano, RD Congo, Sudáfrica, Afganistán, los Balcanes y cualquier conflicto donde no se impone militarme una parcialidad. Esa es la pastilla venenosa que siempre hay que tomar. La resolución del conflicto nunca es gratuita ni justa, si es que no se logra triunfar de manera bíblica, eliminando hasta el último de los enemigos.
-¿Acaso esos países olvidaron sus muertos? ¿Acaso no siguen las rencillas entre ambos bandos a la hora de acudir a las urnas? ¿Acaso ya todos se casan entre sí?
-A la hora de comparar genocidios, está el caso puntual de Srebrenica, en Bosnia, pero el ejemplo genuino es el caso de Rwanda, donde en cuestión de pocas semanas la mayoría Hutu casi que logró exterminar a punta de machete a casi un millón de Tutsis. Sin duda alguna, y si bien los más perfeccionistas pueden acusar al actual gobierno de Rwanda de ser dictatorial, nadie puede negar que ese país es de los ejemplos más fenomenales de coexistencia. Rwanda es un país hermoso, limpio como el mejor de los países europeos, con una industria, turismo y niveles educativos de alto nivel para estándares africanos. Ese es otro caso para estudiar. El nivel de violencia de ese país superó de lejos el colombiano, con un bando perfectamente desarmado y minoritario. Hoy, Rwanda dicta cátedra a nivel mundial en resolución de conflictos. Ese sí es un caso de genocidio donde Hutus y Tutsis siguen siendo vecinos y trabajando por la grandeza de un mismo país. Tras la Shoa, pocos fueron los judíos que quedaron en Alemania para convivir con ex Nazis. Además, a diferencia del caso colombiano, en Rwanda los dos bandos eran más fácilmente identificables, y nunca existió el componente mafioso de la cocaína.
-En todos esos casos, siempre hubo un grupo de personas u organizaciones que dieron el primer paso hacia una reconciliación y un mejor futuro. Al principio, habrán sido juzgados fuertemente. También estoy seguro de que cada impasse habrá sido cobrado con creces. Chascos son parte del proceso.
-En últimas, la parte derrotada que entiende la virtud de la salida negociada siempre la saca bien barata. eso no lo discuto y considero que no es justo. El precio del acuerdo siempre va de la mano con la exoneración de cargos y penas. Injusto me parece ver cómo soldados que tomaron el control del Palacio de justicia estén tras las rejas mientras quien se lo tomó a la fuerza haya sido alcalde y candidato presidencial. Si un soldado o general fue partícipe de falsos positivos es acaso más o menos culpable que un Benkos Biojó, autor de la masacre en la iglesia de Bojayá y hoy senador de la República. ¿Por qué uno va a la cárcel y el otro al senado? Obviamente, es más fácil sentarse junto a un exguerrillero del que solo puedo intuir sus crímenes a uno de quién le reconozco los más macabros crímenes.
Pero claro, también es válido el argumento que dice la institucionalidad tiene la responsabilidad de guardar el rasero moral y nunca debe permitirse comparar sus acciones con la de quienes la quieren subvertir.
-También puedo decir, en mi humilde experiencia que, en Colombia, la gente que fue más vulnerable al conflicto es la más dispuesta a pasar la página, y los más enconados críticos del proceso pueden encontrarse en la comodidad de las ciudades. A fin de cuentas, la inmensa mayoría de la población colombiana no tomó parte activa en el conflicto; solo fue víctima colateral. En la Europa de hace 80 años pocos fueron los justos entre las naciones y millones fueron los que vistieron el uniforme para exterminarnos y millones quienes sin uniforme apoyaron la masacre.
-¿Acaso hemos olvidado a nuestros muertos cuando compartimos un acto de recordación de la Shoa con el embajador de Alemania? ¿Acaso traicioné la memoria de mi familia cuando en la tarima de la Plaza de Bolívar tuve la oportunidad de abrazarme con la nieta de un oficial de la SS en un acto de reconciliación entre descendientes? Jamás. Ni olvido a mis muertos ni perdono lo ocurrido.
-El tiempo cura si lo empleamos con sabiduría, y curar no debe implicar ni perdonar ni olvidar. La historia no se debe cambiar, pero sí podemos definir cómo queremos vivir hacia adelante. Colombia lleva 2 años de haber firmado los acuerdos y la guerra sigue. En cambio, la conclusión de la Segunda Guerra Mundial fue clara y definitiva. Alemania fue reconstruida, una nueva constitución y régimen fueron instalados, la nación entera comenzó a recorrer un sendero de rectificación, de asumir el mea-culpa colectivo, a decir Nunca Más, a combatir el nazismo, la xenofobia y el racismo. Hoy en día, Alemania es el país de Europa donde mejor me siento como judío, y el único país con una población judía en franco aumento. Debieron pasar muchos años para que Israel se sintiera capaz de establecer relaciones con Alemania, y se dieron a punta de negocios de gas, para mayores ironías. Hoy en día, Alemania es de los buenos aliados de Israel y de sus mejores socios comerciales. La generación de hoy en Alemania dista mucho de ser la de sus padres y abuelos. En Colombia seguimos sin si quiera saber quién es el enemigo, cuáles son los motivos del conflicto o quién está detrás de cuáles crímenes. El camino de la reconciliación, el mea-culpa, la reeducación capaz ni ha comenzado. Para el caso, tenemos grandes figuras comunitarias que a la hora de un mundial de futbol apasionadamente se ponen la camiseta alemana (y uno de ellos lleva tatuado en su antebrazo su número de Auschwitz)
-En conclusión, los casos de Colombia y la Shoa son muy diferentes. No obstante, todas sus víctimas son lamentables. Si los casos son diferentes, sus soluciones también lo tendrán que ser. Personalmente, no me siento capaz de juzgar a quienes no quieran perdonar u olvidar (para el caso, ni olvido ni perdono). Tampoco considero que sea de todos recorrer el mismo sendero. Cada uno cumple su función dentro del gran esquema. Mal haríamos estar todos clasificados entre blancos y negros, o peor aún, todos de un mismo color. Las tonalidades de gris son las que armonizan los procesos humanos. Las comparaciones alegres y pasionales tampoco ayudan a resolver los conflictos. Las lecciones de la historia no siempre se pueden digerir con celeridad. Ojalá, Colombia sea pronto lo que hoy es Rwanda y que sepa recomponer su rumbo como lo ha hecho Alemania con la población judía y con Israel.