Viktor Frankl, psiquiatra judío austríaco, decidió no ir a US y quedarse en Europa con su familia sin saber la suerte que les esperaba en los campos de concentración. Tampoco sabía cómo el hecho de ser prisionero en Auschwitz iba a cambiar su vida y la de muchos otros. En Auschwitz perdió a sus padres, a su esposa y a un hermano. Perdió amigos, vecinos y cultura. Pero sobrevivió. Sobrevivió inviernos, maltratos, hambre, horrores sólo porque sentía que sentía que tenía una razón que lo empujaba, un porqué. En su caso su porqué era volver a ver a su esposa y reescribir el libro que tenía en su cabeza. “Quien tiene un por qué – decía – puede soportar cualquier cómo”.
El Hombre en Busca de Sentido, su obra maestra publicada en 1946 (inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra mundial), permite sentar las bases de lo que hoy llamamos resiliencia. Frankl no conocía el vocablo pero resulto siendo un maestro en el tema.
A pesar de lo paradójico que pueda resultar, fue la terrorífica y horrorosa experiencia en los campos de concentración la que realmente dio sentido a su vida.
Frankl encarna la esperanza en medio de la desolación. Su experiencia es un canto a la vida, que surgió del horror y de las cenizas del Holocausto. Es la prueba de que el ser humano es capaz de sobrevivir a tragedias horribles y ver la luz al final del camino.
Queridos sobrevivientes e hijos de sobrevivientes: Cada uno de ustedes, de nosotros, lleva dentro esa misma resiliencia. Aunque los recuerdos los persiguen, Ustedes lograron reconstruir sus vidas. Hicieron familias. Volvieron a creer.
Ustedes no definen sus vidas de acuerdo con las pérdidas que tuvieron – y sé que fueron muchas-, sino con la capacidad de volverse a levantar. Y su por qué quizás fue la esperanza de reunirse de nuevo con sus familias. O el de volver a ver a sus padres, a sus hermanos, novios y amigos. De continuar con la cultura. De ser fieles a sus creencias.
El camino que ustedes recorrieron no fue fácil.
Tras la liberación, algunos regresaron a sus hogares, Aquellos que tuvieron el valor de regresar a sus casas se encontraron con vecinos hostiles, no dispuestos a devolver las casas y las pertenencias. Esto, por ejemplo, le sucedió a mis padres.
Otros permanecieron en DP camps. Israel no existía y el futuro era incierto y angustiante. Hubo quienes encontraron algunos familiares, pero la gran mayoría no encontró a nadie. Solo encontraron soledad, tristeza e indiferencia. Las expectativas de los judíos de vivir en un mundo decente, con derechos y obligaciones, habían sido destrozadas.
Había que recomenzar. Había que seguir. ¿Pero, por dónde empezar?
Y sin saber cómo ni por donde lo hicieron. Construyeron familias. Tuvieron hijos. Viajaron a donde pudieron. A donde los recibieron. La vida resurgió de las cenizas.
¿Podríamos entonces decir que sí hay vida después de la shoah? Ustedes, ¡sobrevivientes, parecen ser testimonios de ello!
¿Qué hubiera pasado si Israel hubiera existido? ¿Hubiéramos podido refugiarnos en nuestro propio país y la historia hubiera sido diferente? Con seguridad, la respuesta habría sido afirmativa.
Muchas personas creen que Israel es la consecuencia directa de la Shoah. Creen que solo el sentimiento de culpa de algunas naciones que permanecieron con los brazos cruzados durante el mayor atropello a la dignidad humana, fue lo que los llevó a votar a favor de la creación de Israel ese 14 de Mayo de 1948. Creen que sin Shoah, la Nación de Israel no hubiera logrado ver la luz. Yo, personalmente, no lo creo así. Creo que tarde o temprano hubiésemos tenido a Israel. Aceptar que Israel surgió del Holocausto equivale a pensar que el vínculo histórico que tenemos con la tierra de Israel y que ha existido desde tiempos inmemorables, no es válido.
Tengo, sin embargo que decir que muy probablemente el horror de la Shoah sí actuó como acelerador para la creación del Estado de Israel. Las nueva nación, la nuestra, fue concebida – entre otras cosas – para dar cabida a los miles de desplazados que el mundo no quería recibir después de la guerra.
No fueron entonces las 6 millones de víctimas las que obligaron al mundo a creer en la necesidad de un estado para los judios. Fueron Ustedes, sobrevivientes. Fue el millón de sobrevivientes el que estuvo ahí y comprendió e hizo comprender que sin Israel , la Shoah puede volver a suceder.
De las pérdidas y la devastación surgió una nación poderosa. Por eso, gracias.
En las siete décadas de existencia, Israel ha podido demostrar al mundo cómo —con limitados recursos naturales y un cerco de vecinos en contra— es posible salir adelante. Y convertirse en un país innovador que produce y usa tecnología de punta, que podría describirse como una incubadora tecnológica y un semillero de premios nobeles. Israel también, igual que ustedes, es resiliente. Gracias, queridos sobrevivientes. Gracias Israel.