En el capítulo 20 del Sefer Devarim encontramos muchas de las leyes concernientes a la guerra. Entre tantas leyes, hay una que me llama la atención porque salvaguarda un elemento de la naturaleza; a saber, los árboles que producen frutas.
El asunto resulta más interesante cuando el Talmud y el Rambam nos explican que la prohibición no sólo es para la guerra sino para muchas otras instancias; lo cual, finaliza con dicha prohibición apuntalándose en la posibilidad de afectar el medio ambiente natural que nos rodea, cosa que hoy en día conocemos como una de las causas del cambio climático; bueno, para aquellos que no creemos que es un engaño de los chinos.
La Torá nos dice: “Al sitiar una ciudad por muchos días para librar una guerra contra ella, no destruiréis sus árboles empujando un hacha contra ellos porque podéis comer de ellos pero no los podéis cortar“. (Deut 20:19-20). Nuestros sabios nos enseñan que este Pasuk (versículo) puntualmente expresa la prohibición de cortar árboles de fruta para el beneficio de la guerra porque el único beneficio de ello sería asustar al enemigo y tomar venganza sobre ellos y tal comportamiento, aún en guerra, no es apropiado.
Diferente es la Halajá cuando hablamos de árboles que no producen frutas porque en tales instancias se pueden utilizar para hacer barricadas y baluartes; empero, por el solo hecho de destrucción está totalmente prohibido destruir árboles a diestra y siniestra, sean frutales o no.
Ahora bien, hubo instancias donde la Torá nos relata que Dios específicamente exigió a los hijos de Israel destruir árboles frutales como es el caso cuando fueron a guerra con los midianitas, donde destruyeron su territorio y cortaron los árboles frutales (Bamidbar Rabah 21:6). Igualmente cuando los israelitas entraron en guerra contra Moab; en este caso, el profeta Elisha les dijo que se debe atacar toda ciudad fortificada y todo pueblo, y se debe tumbar todo buen árbol, y se deben detener todos los manantiales de agua, y todos los buenos campos se deben de atiborrar de piedras (Rey II 3:19). Nuevamente nuestros sabios nos instruyen que esto sólo sucedió por una razón específica en casa ocasión y no sencillamente por el capricho de destrucción.
Aparte de ello, lo que encontramos a lo largo de toda Mesora es una ratificación absoluta de no cortar árboles que produzcan fruta y evitar cortar aquellos que forman parte de la vegetación natural de nuestro medio ambiente. Es más, aún en circunstancias de guerra cuando los demás árboles no son suficientes para proporcionar suficiente material de guerra y aún cuando exista la posibilidad que los enemigos se escondan en los árboles frutales, Mijat Jinuj establece que de acuerdo al Rambam, inclusive bajo esas circunstancias, está prohibido cortarlos. Sí, puede ser mi propia lectura del Pasuk pero resulta muy interesante el compendio de leyes que rodean esta prohibición y que nuestros sabios hablen una y otra vez del balance que se debe mantener con la naturaleza.
Nuestros sabios también nos enseñan que esta prohibición no está restringida a tiempos de guerra sino que es permanente; de hecho, dicha prohibición es más estricta que la de destruir cualquier otro objeto valioso o de beneficio para la humanidad como nos los enseña el Talmud Babli, en la Masejta de Baba Kama 91b, cuando nos relata el castigo impuesto a Shijvas, el hijo de Rabí Janiná, por cortar un árbol de higos. De acuerdo al Rambam, en Hiljot Melajim 6:8-9, En el caso de cortar árboles frutales el castigo implica el número de azotes por transgresión MiDeOraita (de la Torá) mientras que la destrucción de cualquier otro objeto valioso sólo repercute en una sanción rabínica.
Aquí el asunto se trata de nuestra naturaleza y el medio ambiente en el cual vivimos; el cual, nos permite nuestra supervivencia. Desde mi perspectiva, la severidad del castigo apunta a la necesidad de preservar el balance y la salubridad de nuestra naturaleza. Todo esto también lo podemos confirmar con todas las leyes agrícolas que estamos obligados a llevar en Eretz Israel.
En resumen, no se puede cortar un árbol frutal si aún está joven y no ha producido fruta, tampoco si sus frutas están infestadas de gusanos e insectos, igualmente si sus frutas no se pueden comer por sí mismas sino para producir bebidas o si no tiene dueño. Esta prohibición también incluye el cortar ramas enteras de un árbol frutal. Para hacer el asunto más interesante, resulta que la gran mayoría de autoridades rabínicas determinan que si un árbol está interponiéndose en una construcción o está creciendo demasiado, poniendo en riesgo los cimientos de una vivienda, no se lo debe cortar sino transplantar a un lugar apropiado de tal manera que pueda tomar raíces y continuar su vida en la nueva locación.
Ahora bien, todos sabemos que la Halajá presenta la posibilidad de circunvenir ciertas decisiones que no están nombradas; sin embargo, en el caso de los árboles la cosa se extiende a una precisión que hace prácticamente imposible llevar a cabo la acción de cortar un árbol y no resultar culpable.
Por ejemplo, no se puede contratar a un no judío para que corte el árbol, tampoco se puede vender un árbol o un terreno que contenga árbol(es) a un no judío para que él lo(s) corte y después comprar el terreno o el árbol de regreso, como hacemos con el caso del Jametz durante Pesaj. Así mismo, está prohibido dejar morir un árbol quitándole todo tipo de irrigación de agua posible.
Entonces nos queda una pregunta, ¿por qué tanta precaución en cortar árboles frutales y árboles en general? Seguro que más de una respuesta habrá y seguro que muchos no encontrarán validez en las enseñanzas de nuestros sabios para corroborar que la tala de árboles ha contribuido al cambio climático que el mundo está viviendo en este momento. De cualquier forma, para mi gusto, esta prohibición de la Torá con sus respectivas Halajot, cuyo incumplimiento trae como consecuencia un castigo de severidad MiDeOraita, apunta directo a la problemática del cambio climático. En este caso en particular, se trata de crear consciencia social acerca de la importancia que los árboles representan para nosotros como judíos y para la humanidad como un objeto viviente que nos da vida con sus frutos y su presencia.
La analogía perfecta para entender la importancia de los árboles en nuestras vidas radica en como nos referimos a la Torá; a saber, “Eitz Jaim”, un árbol de vida. Así como la Torá es un árbol de vida que nos acompaña por siempre, que respetamos y amamos por la vida que nos da, así mismo debemos respetar a los árboles que nos rodean y nos dan vida con sus frutos y preservan el balance adecuado en nuestro medio ambiente natural.