2024-12-04 [Num. 1011]


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Columnistas  - Halajot en la Actualidad

Rav Daniel Shmuels

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Por Rav Daniel Shmuels
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Rav Daniel Shmuels nació en Bogotá, Colombia. Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, psicoanalista del Lacanian School of Psychoanalysis e hizo sus estudios rabínicos en el Rabbinical College of America. Fue First Assistant Rabbi para Ohev Shalom al igual que para el Chief Rabbinate of Florida. Fundador del Beit Din of South Florida, miembro de los Batei Din of America. Tradujo y editó el libro “Bienvenido al Judaísmo: Una Guía al Judaísmo Básico y la Conversión Judía Ortodoxa”. Actualmente es el Head Rabbi de la Keilá The Private Shul of South Florida.

Letra sagrada

2020-10-07

Hebrew

Al parecer, muchas personas no saben que Ezra HaSoifer lleva ese sobre nombre, HaSoifer, porque cambió el antiguo alfabeto hebreo por el actual. La pregunta que me fue asistida hace poco no yace en la historicidad del hecho sino en el concepto que nuestra tradición expresa, vinculada con el misticismo judío, en relación con la santidad de cada letra que existe en la Torá. He aquí la pregunta: Si cada letra de la Torá es sagrada y su posición es única dentro de ella; entonces, ¿no sería un pecado cambiar esas letras sagradas por unas nuevas?

Para poder responder a esta pregunta es necesario recurrir a la historia y de ahí a nuestro Talmud para entender qué pasó en este caso, por qué se permitió este cambio y en qué sentido nos puede afectar en nuestra fe y religiosidad.

Actualmente, en algunos círculos judíos (y ciertamente a mayor escala en otras religiones), existe algo que se llama “la controversia de Moisés”. Esta controversia hace énfasis en que Moisés no pudo haber escrito la Torá porque de acuerdo a la arqueología “clásica”, es imposible que hace tres mil ochocientos años existiera un alfabeto. 

Para aquellos que somos observantes y creyentes esto nos cae como un balde de agua fría porque sin duda alguna estamos seguros que Dios nos entregó el alfabeto al darnos los Diez Mandamientos. Y de ahí en adelante la Torá completa; que por cierto, nos exige que escribamos en los postes de nuestras puertas dichas palabras. Pregunta simple: Si no había alfabeto; entonces, ¿cómo las escribimos?

Nosotros sencillamente partimos del hecho que Dios nos dió el alfabeto para poder cumplir su Torá. Algunos arqueólogos liberales deciden tomar la ruta de investigar el desarrollo de la escritura a partir de rastros históricos que evidencian orígenes de un pseudo alfabeto hebreo aun antes de Moisés en Sinaí; esto, en contra posición a los arqueólogos “clásicos” que destituyen cualquier evidencia por el simple hecho que el hebreo como lengua formal sólo puede existir muchos siglos después. Y ahí va la cosa de la controversia. Tres opiniones, tres verdades.

Para nuestro caso en particular, la verdad es que inclusive el Talmud, tanto Babli como Yerushalmi, admite la existencia de una primera forma de hebreo que eventualmente Ezra cambió en sus caracteres. Y de hecho, el libro del Tanaj nos relata la historia muy claramente. Así que en ello no hay duda alguna, ni en el hecho que fue Dios quien nos entregó el alfabeto. Ahora bien, la pregunta es, ¿cuál fue el alfabeto que Dios nos entregó, el antiguo o el nuevo?

El Talmud llama a la escritura hebrea de ese entonces, la cual es la que actualmente se usa, Ketav Ashurí o escritura asiria. Esa es la escritura que se usa para el hebreo y el arameo judío babilonio. Esa fue la escritura que Ezra incorporó como única para el hebreo y por lo cual decidió llevar a cabo la gran empresa de transcribir toda la Torá a este nuevo alfabeto. De acuerdo a nuestra sagrada Halajá, los Tefilín y las Mezuzot sólo se pueden escribir en Ketav Ashurí. Ahí está el problema del asunto, si la Torá fue entregada a nosotros en otro tipo de hebreo, ¿por qué aceptamos ese cambio sabiendo lo importante que es cada letra de la Torá? Es más, ¿si hubo un hebreo original, no debería ser ese hebreo con el cual se escribieran los Tefilín y las Mezuzot, así como los Sifrei Torá y las Jamesh Meguilot? 

Aclaremos que Ketav Ashurí hace referencia a una forma caligráfica específica; es decir, cada letra se escribe de una forma nueva pero mantiene su sonido fonético; entonces, son las mismas palabras con el mismo sonido y con igual numero de letras pero con una nueva forma física. Esto quiere decir que el alfabeto hebreo actual o Ketav Ashurí es una transliteración del Alefbeit Aramai o alfabeto arameo utilizado por los judíos, recordemos que el arameo era el idioma universal de la época y se utilizaba a lo largo de todo el Medio Oriente. 

Ese Ketav Ashurí que se impone al pueblo judío como la nueva versión del alfabeto arameo judío también difiere del alfabeto samaritano, grupo que proclama la pureza de su judaísmo debido a que mantiene intacta cada letra y cada palabra como fue escrita por Moisés en la Torá. Si bien existe una forma de amalgama histórica entre Ketav Ashurí y Alefbeit Aramai, la verdad es que la amalgama debería ser con el alfabeto samaritano. Dicho alfabeto se conoce como Alfabeto Paleo Hebreo en tanto se considera la versión antigua o vieja del hebreo escrito moderno, es esa versión la que Ezra HaSoifer decidió cambiar, haciendo el Alefbeit Aramai otra forma del Alfabeto Paleo Hebreo. 

¿Por qué Ezra lo cambió? Nuestra tradición nos enseña que fue Dios quien le dió la orden. Por ello, hasta el día de hoy seguimos con ese alfabeto. Aquí no hay dicotomía de ningún tipo. Nada está en riesgo, ni nuestra fe ni nuestra observancia. El Talmud, en la Masejta de Meguilá 2b, en la de Shabat 104a, en la de Zevaim 62a y en la de Sanhedrín 22a, nos confirma que la Torá fue dada a Moisés en Ketav Ashurí, después se cambió a Paleo Hebreo debido a la necesidad del pueblo de escribir y leer con ese alfabeto esta para posteriormente ser instaurado de nuevo a su forma original de Ketav Ashurí por Ezra. 

Pero el asunto no finaliza con la propuesta del Talmud Babli porque en contraposición a este, el Talmud Yerushalmi en la Masejta de Meguilá 10a ratifica que la Torá fue entregada a Moisés en Paleo Hebreo. Esto lleva a que aún en la actualidad haya dos opiniones frente al alfabeto que Dios nos dió en su Torá. En lo que convergen ambas opiniones es que fue Ezra, por ordenanza Divina, quien cambió un Paleo Hebreo a un Ketav Ashurí. 

El Talmud, en la Masejta de Sanhedrín 22a, nos provee de dos opiniones acerca del motivo por el cual nuestro alfabeto actual se llama Ashurí, Asirio. La primera es la más obvia, porque fueron los judíos al regresar de su exilio en Asiria quienes que lo llevaron a Yehudá. La segunda, un poco más compleja pero sobre la cual se basa la autoridad del cambio, es que esta escritura fue dada a nosotros en Jar Sinaí pero eventualmente fue olvidada para que Ezra la reviviera recibiendo el nombre de Ketav Ashurí porque esa escritura es “Meusheret”; lo cual significa hermoso, elogiable y/o autorizado. 

En conclusión, el Talmud nos enseña que, aún cuando la Torá se nos hubiese entregado en un Alfabeto Paleo Hebreo, Ezra estaba correcto en cambiarla porque así lo decidió Dios y el nombre designado para la nueva escritura lo ratifica de esa manera porque tiene su raíz etimológica en una palabra hebrea que establece su autorización, su obligación de ser elogiada y la belleza de su nueva forma. Aparte de ello, cada letra perteneciente a la versión de Paleo Hebreo quedó sin cambio fonético alguno, sencillamente una nueva forma que Dios estableció para su pueblo. En pocas palabras, la apariencia no es lo que importa sino la esencia y este es el mejor ejemplo de ello. 



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