2024-11-10 [Num. 1008]


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Artículos  - Comunidad Colombiana

León Celnik

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Por León Celnik
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Bio:

Casado con Miriam Tawil y vivo en Bogotá, Colombia. Soy arquitecto, jubilado. Trabajé en el área de diseño y construcción y posteriormente en la industria de grasas y productos químicos en control y arquitectura. Dedico mi tiempo a los temas relacionados con la fotografía y leer y escribir artículos sobre cuestiones de historia judía. Dicto clases de fotografía. Fui profesor universitario en las cátedras de Diseño y Fotografía. Participé en varios proyectos de construcción y diseño de interiores. He viajado por varios países del mundo en Norte y Sur América, Europa, Asia y África.

Carta a mi nieto

2020-10-28

Buenaventura

Mi muy querido nieto:

Me haces dos preguntas: ¿Cómo y por qué vinieron mis abuelos y mis padres a Colombia huyendo del holocausto? y por otro lado, ¿Cómo alguien que tiene una vida cómoda en un país como este, decide ir de voluntario a ayudar a Israel en tiempos difíciles?

La respuesta es una sola para responder a ambas preguntas. Pero, antes déjame contarte una historia que seguramente ya conoces.

A pesar de todas las complejidades propias del nacimiento y desarrollo de las primeras grandes civilizaciones mesopotámicas y la dura transición por la que tuvimos que atravesar con el rompimiento de paradigmas y siglos de esclavitud, que más tarde nos convertiría en un pueblo, con una filosofía y un modo de vida diferente y particular, que nos separaba del politeísmo del vecindario y que sistemáticamente nos llevó a establecer una patria y adoptar los más altos estándares  morales, éticos e higiénicos para posteriormente consolidarnos como la piedra fundamental de las tres grandes religiones monoteístas del planeta, actualmente el 80% de la población mundial, nuestros ancestros debieron padecer el exilio inexorable y cruel del terruño que con tanto dolor, sudor y sangre, habíamos construido, poseído y habitado, hace 2000 años.

Continuamente perseguidos, humillados, desposeídos, diezmados y diseminados por toda la faz del planeta donde lográbamos establecernos, a lo largo de todo ese tiempo, conservamos una idea común que nos motivaba a seguir luchando por sobrevivir y era el retorno a Sion, la Tierra de Israel, lo que al fin alcanzamos hace tan solo 70 años.

Durante el siglo XX en Europa experimentamos, de todas las masacres que padeció nuestro pueblo a lo largo de la historia, por mucho la más funesta. Prácticamente el 40% de nuestra población mundial fue asesinada por los nazis en el holocausto metódico más grande de la historia hebrea.

Pero, antes de esta trágica fatalidad, la vida nunca nos fue fácil. Las Cruzadas, la inquisición, las matanzas y los pogroms realizados por poblaciones hostiles y mandatarios antisemitas, hicieron que los lugares que por algún tiempo pudieron parecer refugios paradisíacos, se convirtieran a la larga en infiernos invivibles. El holocausto nazi fue tan solo el epílogo execrable de esta trágica gesta.

A mediados de la década de los años 30 del siglo pasado, mis abuelos, con mis padres aun siendo muy jóvenes y muchos otros judíos, vislumbrando la inminencia de la debacle por venir de la guerra hitleriana, debieron buscar con premura como sobrevivir con sus familias, muchas de las cuales jamás lo lograron pereciendo más tarde en los campos de exterminio nazis y huyeron precipitadamente buscando refugio en tierras lejanas, desconocidas y extrañas para ellos, donde pudieran formar una nueva vida

Un país que ni siquiera figuraba en su geografía mental, pero del que les había hablado algunos refugiados, sonaba como una buena alternativa, indudablemente algo mejor a donde antes residían. Y ese país fue Colombia, que, igual como lo hizo con otros judíos que escapaban del horror, los recibió con los brazos abiertos ofreciéndoles todas las posibilidades de llevar una vida sosegada con equidad y trabajo en extremo pesado, acomodándose a las limitantes del idioma, y sin las preocupaciones por las persecuciones de días pasados.

Una tierra hermosa, verde, con los más fantásticos, coloridos y diversos paisajes tropicales, selvas, vastas llanuras, inconmensurable fauna y flora, climas únicos en el mundo, ríos por doquier, bañada por dos océanos; una población noble, alegre, trabajadora, creativa, emprendedora y especialmente amistosa que los recibió con más curiosidad que otra cosa. Gente buena en su inmensísima gran mayoría, no solo los acogía sino que los admiraba y salvo muy esporádicas demostraciones antisemitas, desde entonces nunca hemos temido llevar en alto la frente e identificarnos como judíos con orgullo.

Colombia no es un paraíso. Tenemos defectos y problemas como cualquier otro país del planeta. Hay crisis políticas, desigualdad social, pobreza, corrupción, tráfico de estupefacientes, guerrillas, inseguridad, etc. Definitivamente no es perfecto. Pero, donde no hay similares o peores problemas? La gran diferencia que hace es que no solo somos bien aceptados, sino que en muchas instancias, somos admirados y reconocidos y muchos de los nuestros ocupan o han ocupado importantes posiciones en el Estado, la academia, la medicina y la industria. Y quiero subrayar el hecho que también dentro de nuestras comunidades hay gente sin escrúpulos, involucrados en asuntos turbios e ilegales. Pero, que le vamos a hacer, si somos iguales a cualquier otro pueblo del orbe, con virtudes y defectos?

Mi papá proviene de una familia de hombres justos, rectos, cultos y particularmente estudiosos, enamorados de Israel y los valores del pueblo judío. Su padre, él y sus hermanos todos fueron destacados militantes de las ideas Sionistas.  Mi tío fue combatiente en el ejército israelí durante la guerra de independencia en 1948. Promotores e impulsadores ambos del sionismo en Colombia, este fundó una Revista judía, que más tarde cedió a mi padre y quien la dirigió hasta el día de su fallecimiento. Todos ellos eran sionistas y además colombianos convencidos.

Entre otras cosas, por si no lo sabes, mi abuela era descendiente directa del RAMA, Rabi Moshe Isserles, quien escribió el famoso libro “HaMapah”, complemento ashkenazí del Shuljan Aruj. Estudioso de la Kabalah, historia, astronomía y filosofía, fue ejemplo del florecimiento de nuestra cultura en momentos prósperos de la historia.

Yo nací, he sido, soy y seré colombiano para siempre. Quiero mucho a mi país. Lo entiendo y expreso libremente mis posiciones políticas y sociales. No somos una familia adinerada, ni tenemos beneficios por influencias y aun así, con mucho trabajo y constancia, estoy jubilado, recibo una pensión del estado y tenemos los mismos beneficios, deberes y obligaciones que cualquier ciudadano, desde el más rico al más pobre. Estoy orgulloso de ser colombiano. Nadie me juzga por lo que soy.

Pero paralelamente está mi sentido de pertenencia a una conciencia judía universal, uno de cuyos principios fundamentales es el Retorno a Sion. No tengo problema con ajustarme a las dos identidades. Considero que no son mutuamente excluyentes. Puedo ser colombiano y sionista a la vez. Y ello me motivó a servir de alguna manera a Eretz Israel en la guerra del 67, enlistándome como voluntario y aportando cuanto pude de mí a nuestra venerada tierra ancestral.

Y yo te invierto la pregunta: ¿que hace que judíos ultra ortodoxos y laicos seudo-progresistas de la extrema izquierda, muchos de ellos incluso descendientes de sobrevivientes del holocausto y las persecuciones antisemitas, que se benefician directa o indirectamente de un Estado que los representa, defiende y apoya incondicionalmente y a nivel mundial, rechacen y se opongan a la sola idea de la existencia de este, claro está, sin rehusar los beneficios materiales que les brinda y peor aún, se alíen con los enemigos acérrimos con intenciones de destruir a Israel?

Te agradezco mucho por interesarte en las vidas de nuestra familia. Es tu familia, es tu pueblo, es tu sangre milenaria. Te quiero mucho y estoy muy orgulloso de ti. Nunca olvides quién eres.



Comentarios de los lectores




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Leon Hochman
Te felicito. Excelente artículo....
Leer más 2020-10-29