En los últimos años se ha intentado “vender” el relato en Rumania de que el antisemitismo y el Holocausto llegaron con los ocupantes alemanes y que la responsabilidad por los miles de crímenes perpetrados era ajena a sus nacionales, tanto civiles como militares. Pura mentira.
Rumania, un país en donde el antisemitismo hunde sus raíces en una dilatada historia de intolerancia y persecución étnica y religiosa, ha tratado de reescribir su historia tras la caída del comunismo y también de maquillar los hechos acontecidos durante el Holocausto, evitando señalar a los verdugos voluntarios de Hitler de nacionalidad rumana y exculpando a su Ejército de las bárbaras matanzas perpetradas por sus militares en Transnistria, Moldavia y Odesa, principalmente.
Sin embargo, son numerosas las fuentes históricas que atestiguan el alto grado de colaboración de miles de rumanos, tanto civiles como militares y policías, durante la ejecución del Holocausto. La Rumania del mariscal Ion Antonescu fue uno de los más fieles aliados de la Alemania nazi hasta que las tropas soviéticas “liberaron” el país y el régimen militar de corte nazifascista colapsó en agosto de 1944.
En este contexto de abierta colaboración con los nazis, al invadir Rumanía la Unión Soviética dentro del marco de la «Operación Barbarroja» desatada por las potencias del Eje, el 26 de Junio de 1941 unos aviones de la Fuerza Aérea Soviética bombardearon la ciudad de Iasi en Moldavia. Las consecuencias de la acción dejaron algunos moldavos muertos y lo que fue peor, un fuerte resentimiento de ira porque se extendió el rumor de la existencia de una «quinta columna judía» que no sólo había atraído las bombas, sino que además conspiraba en secreto para el Kremlin.
Ya señalados como culpables de alta traición por los fascistas y los militares rumanos, los judíos ya solo podían esperar lo peor, pero nunca lo que llegaría después: lo inimaginable. Así relata lo ocurrido el Canal Eurasia 1945: “Inesperadamente el 27 de Junio de 1941, soldados del Ejército Rumano, policías de la Gendarmería Real y civiles moldavos armados con palos, salieron a las calles de Iasi al grito de «¡judío!». Lo que sucedió a continuación fue el secuestro de millares de personas y el brutal linchamiento público de más de 1.500 hebreos sobre las plazas que perecieron a base de golpes de garrotes, puñetazos, patadas, etcétera. Otros con menos suerte murieron en sus casas después de robarles sus pertenencias, o directamente fueron torturados delante de sus vecinos en un episodio que sería conocido como el «Domingo Negro de Iasi». (Fuente citada y consultada).
Del domingo sangriento a los trenes de la muerte
Pero el pogromo apenas acaba de comenzar y en los siguientes días se consumarían más matanzas. Así nos relata el Yad Vashem lo que sucedió al día siguiente de esta jornada aciaga:"Al atardecer del sábado 28 de junio de 1941, soldados rumanos y alemanes, miembros del Servicio Especial de Inteligencia Rumano, la policía y una multitud de residentes de la ciudad se dedicaron a saquear y a asesinar a los judíos de Iasi. Miles fueron ultimados en sus hogares y en las calles; otros miles fueron arrestados por patrullas de soldados rumanos y alemanes y llevados a la central de policía.
Lazar Rozin, que tenía solo catorce años en junio de 1941, describe: «Entraron en nuestra casa a los gritos y robaron todas nuestras pertenencias. Nos ordenaron que saliéramos todos, incluso mi madre y mis hermanas. Fuimos a pie hasta la estación de policía y en el camino vimos cómo golpeaban a la gente y, también, cadáveres de judíos esparcidos en las calles». Al día siguiente, «Domingo Negro», los soldados rumanos mataron a tiros a miles de judíos que estaban recluidos en el patio de la central de policía". Fuente.
Ese mismo día, el fatídico 28 de junio de 1941, un total de 1.400 judíos fueron encerrados en los vagones herméticos de un tren durante horas hasta que todos fallecieron como consecuencia de la asfixia o la sed. A estas víctimas, siguió un segundo contingente de 1.194 hebreos que perecieron de la misma forma, así como varios grupos más hasta completar varios miles. Solamente la intervención de la Cruz Roja, al frente de Viorica Agarici, consiguió paralizar estas crueles prácticas, como por ejemplo ayudando a unos activistas que lograron escapar de la muerte en la cercana ciudad de Roman.
La escritora polaca Margo Rejmer relataba con bastante realismo lo que sucedió en esos trenes de la muerte:”Aquel verano fue excepcionalmente caluroso. Los encerrados en los trenes no tenían ni una gota de agua, y todas las aberturas de cierto tamaño fueron tapadas con tablones. El tren avanzaba despacio, hacia ninguna parte, porque ni alemanes ni rumanos sabían qué hacer con el transporte. Cuando finalmente, tras ocho días, abrieron los vagones, del interior salió un hedor insoportable. Había más muertos que vivos. Los que bajaban por sus propias fuerzas se lanzaban al barro y quedaban inmóviles. Muchos perdieron el juicio”.
Las matanzas continuaron el 29 de junio de 1941 y se extendieron a las regiones colindantes a Iasi, al parecer por órdenes directas del mando militar en Bucarest. Los responsables de las matanzas, a pesar de contar con el apoyo de los alemanes para ejecutarlas, fueron en su mayoría rumanos, concretamente policías, militares y miembros de la organización fascista Guardia de Hierro, aunque también participaron otros rumanos sin ninguna filiación política. Tras tres días de pogromo, en la capital de Moldavia había cadáveres tirados por las calles, centenares amontonados en fosas comunes y otros en los negocios y casas donde habían sido asesinados.
Las cifras del pogromo de Iasi fueron escalofriantes porque se contaron hasta 13.226 personas asesinadas. Ante tal cantidad de víctimas, lo sucedido en esta ciudad de Moldavia no sólo se convirtió en el mayor pogromo antisemita perpetrado por Rumanía, sino en el más grande de toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, tras la guerra algunos de los responsables del pogrom fueron condenados a penas menores, en 1948, y el dictador Ion Antonescu, junto con su ministro del interior, Mihai Antonescu, fueron procesados, condenados y ejecutados. Ambos políticos estaban detrás de los planes llevados a cabo para el exterminio de los judíos rumanos durante la guerra. (Fuente consultada y citada).