El propósito final del judaísmo no es la felicidad, jamás se menciona en ninguno de los textos sagrados, la felicidad es una consecuencia por cumplir con lo que se enseña en los textos sagrados.
Se menciona la alegría de las festividades y la importancia de alegrarse especialmente en Sucot tal como aparece en la Torah (Deuteronomio 16:14 y 15). La alegría en la festividad de Sucot es considerada obligatoria, pero es pasajera, la felicidad es una condición final.
Hay otro momento que se ordenó estar alegres, no siendo una orden Divina sino humana, se trata de Purim, cuando en aquellos días, Mordejai Hayehudí ordenó a todos los judios estar felices y festejar ese día de salvación (Esther 9:20 al 22).
La alegría empuja a festejar, reír, cantar, compartir con los demás, en tanto que la felicidad es un estado de bienestar que cumple con los requisitos emocionales y sicológicos que cada cual requiere en ese momento, incluso también con las necesidades físicas.
La alegría se manifiesta con signos exteriores, mientras que la felicidad no necesariamente se refleja de manera visible, se siente internamente. La felicidad es más profunda.
De acuerdo con el fundador de Aish Hatorah, Rav Noaj Weinberg Z”L, “La felicidad proviene del arte de disfrutar y apreciar constantemente lo que ya se tiene”.
Componentes de la felicidad
- El esfuerzo por conseguir la paz, el equilibrio, la tranquilidad, el bienestar general, aunque el esfuerzo en sí no produzca felicidad, el resultado será un buen componente de ella.
- Buscar el componente positivo del trabajo, estudio o labor que está realizando, permite que disfrute de ese momento de la vida y llega a ser otro componente de la felicidad.
- Principalmente tener un motivo de vida (Life motive), cuidar de alguien, estudiar, investigar, enseñar, etc. Mantiene la mente y el alma de la persona en una perspectiva componiendo su felicidad.
- El no permitirle a la depresión por los malos momentos que perdure. Es importante aceptar el dolor cuando es el momento de dolerse, pero no permitirse extender ese dolor, por eso la sabiduría del judaísmo estableció tiempos para llorar y tiempos para levantarse.
- Intentar dar felicidad o al menos alegrías a los demás, es un gran componente de la felicidad propia, y si lo que se da es durable o mejor aún, permanente, el componente se vuelve algo muy valioso.
- Dedicar unos minutos diariamente a repasar lo positivo que pudo vivir ese día, incluso una persona doliente puede tenerlos, por ejemplo, el apoyo o la visita, o las palabras de ánimo de otra persona.
Finalmente se concluye que para llegar al estado de felicidad hay que trabajarlo, al igual que otras condiciones de estabilidad humana, como la paz, la justicia y la sabiduría.