El asesino que terminó con 50 vidas, la mayoría de ellos jóvenes, en Orlando, planeó cuidadosamente la operación, y trató de maximizar el número de víctimas.
Al asesino que mató a la joven diputada británica Jo Cox de 42 años, no le importaron para nada que fuera una madre de dos hijas y una excepcional servidora pública. Se declaró neonazi.
Los crímenes continuos del ISIS se llevan a cabo con un nivel de crueldad que desafía todo lo que el mundo conoce sobre moralidad. El otro debe ser exterminado por tener otra religión u otro color de piel.
Estos y otros episodios similares, producen horror, escalofríos y hacen dudar del género humano.
Sin embargo a diario, silenciosamente, muchas veces sin prensa se producen episodios opuestos.
Enfoquemos uno de ellos.
Era viernes 10 de junio del 2016. El lugar, la estación de metro de Tribeca en New York. 2 de la tarde, unos pocos pasajeros esperando. La voz de un guardia por el micrófono, “el tren está a solo dos estaciones, pronto llegará”. De repente un sonido sordo. Un hombre se sentía muy mal y se cayó sobre las vías. Era un hombre pesado, difícil de mover, quedó allí, había perdido el conocimiento. Sin que nadie supiera de dónde sacaron el valor y la rapidez, dos de los que estaban esperando saltaron a las vías. Un joven estudiante, sacó su celular para filmar. Se preguntó, ¿podrán hacerlo antes de que llegue el tren? Un tercero se sumó .Todos los que esperaban se movilizaron. Algunos corriendo hacia donde venía el tren para hacerle señales. Otros preparándose para ayudar a los que estaban en la vía.
Ellos lograron sentar al hombre inconsciente y lo entregaron a las múltiples manos extendidas que lo pusieron en la plataforma, después ayudaron a salir a los “rescatistas”, el tren ya estaba llegando a la estación. Todavía los rescatistas tuvieron tiempo para estrechar la mano de quien habían salvado, y animarlo, “vas a estar muy bien”. Llegó la ambulancia y se lo llevó.
El video de la “Buena noticia” fue visto dos millones de veces en los días siguientes. David Tirado uno de los que se arrojó a la vía, visitó al enfermo en el hospital. No se acordaba de haberse caído, ni de que un “congreso de extranjeros” como lo llama el New York Times, se reunió alrededor de él para salvarlo y ayudarlo.
¿Un episodio aislado? No parece. Allí están los médicos y las enfermeras de Médicos Sin Fronteras que han montado pequeños barcos hospitales que recorren el Mediterráneo para salvar vidas entre el 1.200.000 personas desesperadas que se lanzaron a sus aguas en el último año para tratar de llegar a Europa, o los jóvenes médicos voluntarios guatemaltecos que van a pie a aldeas perdidas, donde no hay quien atienda los partos, para formar personal paramédico en cómo llevarlos adelante, y dejarles los elementos mínimos necesarios.
Según el estudio sobre los Voluntarios en el Mundo realizado por United Nations Volunteers, hay 140 millones de personas que hacen trabajo voluntario permanentemente.
Según relata el texto bíblico en los orígenes de la creación Caín mató a su hermano Abel. Cuando la divinidad lo interpeló, ¿por qué mataste a tu hermano?, Caín le contestó: ¿es que acaso soy yo el guardián de mi hermano? El genial filósofo francés Emmanuel Levinas, lo interpreta, señalando que es la declaración del egoísmo absoluto, si matar a Abel satisfacía la envidia que Caín sentía hacia él, por qué no había de hacerlo. La divinidad le puso una marca en la cara, la marca de Caín, para que los seres humanos no siguieran su camino, sino el que señala la Biblia: “Hagámonos los unos responsables por los otros”.