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Judaísmo  - Lugares

Rabino Guido Cohen

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Por Rabino Guido Cohen
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Un Kotel igualitario, ¿Conviene?

2016-03-02

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En las últimas semanas, una novedad llamó mucho la atención de la prensa judía en todo el mundo: el gobierno Israelí decidió aprobar el plan de Natan Sharansky (presidente de la Sojnut) para que el Kotel tenga un sector igualitario.

La primera reacción de la mayoría de los judíos no ortodoxos en todo el mundo fue celebrar, mientras que la mayoría de los ultra ortodoxos manifestaron agresivamente su disconformidad con la decisión. Sin embargo, conforme fueron pasando los días, comenzaron a aparecer voces críticas y de apoyo desde los sectores que uno menos lo imaginaría, lo cual ha provocado cierta confusión sobre el tema. En las próximas líneas me gustaría aclarar algunas cuestiones sobre la decisión y ofrecer mi punto de vista.

¿Qué se decidió?

La decisión del gobierno Israelí establece que en la zona conocida como 'el arco de Robinson', que está actualmente dentro del parque arqueológico Davidson, al costado de la explanada del Kotel, se construirá una gran plataforma (aproximadamente de un tamaño equivalente al 70% del actual sector de hombres del Kotel) para que judíos reformistas, conservadores y mujeres ortodoxas feministas puedan rezar libremente según su costumbre. Dicho sector será construido y sostenido con fondos públicos, manejado por un consejo en donde todas estas partes estén involucradas y ajeno a las resoluciones del rabinato que actualmente rige en materia religiosa en el Kotel.

Se construirá una entrada común al Kotel, la cual tendrá señalización adecuada para que las personas elijan si quieren ir al sector ortodoxo o al igualitario, el cual tendrá también púlpitos, sidurim, rollos de la Torá y todo lo requerido  para rezar al igual que existe actualmente en el sector ortodoxo.

¿Por qué se decidió?

La decisión tomada es consecuencia de una lucha de más de dos décadas, iniciada por un grupo (ahora dividido) llamado "Women of the Wall". Dicho grupo, fundado por mujeres feministas ortodoxas, buscaba poder rezar libremente en Minian, leyendo la Torá y utilizando Talit y Tefilin en el sector femenino del Kotel. Es importante aclarar que estas mujeres no buscaban (y siguen sin buscar) rezar sin Mejitzá sino que quieren rezar con libertad de la forma que ellas entienden que es válida, dentro del lado femenino del Kotel.

A lo largo de más de veinte años, estas mujeres se encontraban mensualmente en el Kotel para rezar con las condiciones mencionadas, y eran a menudo agredidas por los fanáticos que en nombre de valores religiosos mal entendidos les arrojaban piedras, pañales usados y las forcejeaban para echarlas. En más de una vez, estas mujeres (y sus varones aliados) terminaban detenidos en comisarías jerosolimitanas acusados de alterar el orden público en un lugar sagrado.

Con el correr del tiempo, los movimientos reformista y conservador se sumaron a dicho reclamo y lo ampliaron a un reclamo más general para lograr un kotel pluralista e inclusivo. Las Women of the Wall se dividieron en dos grupos, uno de los cuales, liderado por Anat Hoffman, unió fuerza con los movimientos mencionados para lograr cambiar el Status Quo en el Kotel. Es ese el grupo que, con un apoyo enorme del judaísmo de la diáspora (en donde judíos conservadores y reformistas somos una gran mayoría y los ortodoxos una pequeña minoría) lograron hacer el lobby necesario para que el gobierno apruebe el proyecto "One Kotel for One People" de Sharanksy.

La decisión es en gran medida un logro que debe adjudicarse más a los movimientos judíos liberales de la diáspora que a dichos movimientos en Israel, los cuales están librando otras batallas quizá más trascendentes para el florecimiento de un Israel pluralista en materia religiosa.

¿Qué cambia?

El Kotel es una gran pared, resto de la pared de contención occidental del templo de Herodes. No es un resto del Bet HaMikdash sino de su muro exterior. La mayoría de esa pared está actualmente bajo tierra o bajo custodia arqueológica. Lo que nosotros conocemos como 'el kotel' es un pequeño recorte de dicha pared, con una gran plaza construida allí luego de la guerra de los seis días. Esta decisión da acceso pleno a los judíos igualitarios para rezar en otro sector de la misma pared, al cual actualmente no identificamos como el Kotel, pero que técnicamente forma parte de la misma pared.

Si bien actualmente se podía rezar allí, sólo podía hacerse en ciertos días y horarios, no había mesas de rezo fijas, disponibilidad de Sidurim y Sifrei Torá ni comodidades generales para rezar. Luego de estas modificaciones, no habrá restricción horaria, habrá una infraestructura mucho más grande y una entrada común a ambos sectores. Además, no se necesitará del visto bueno del rabinato ortodoxo pues el sitio no dependerá de ellos.

¿Quién gana?

El movimiento conservador y reformista de la diáspora son grandes ganadores de esta resolución. Lograron imponer su opinión en terreno israelí, mostrando que el Kotel le pertenece al pueblo judío y que todos tenemos igual derecho a rezar allí. Además, dejaron en claro que el judaísmo liberal sigue siendo poderoso y representando a la mayoría de los judíos del mundo, aun cuando esto no se replique en la sociedad o el gabinete israelí.

Los judíos ultra ortodoxos también ganan, pues finalmente, tendrán total dominio de la zona que todo el pueblo judío reconoce como "el kotel" y no sufrirán más las 'molestias' de un grupo de judíos que alteran el orden y les generan problemas donde no lo desean. Ahora nadie podrá cuestionar el monopolio ultra ortodoxo sobre el Kotel, pues quien no esté conforme podrá irse al otro sector. Este grupo no ha cedido nada en la negociación, porque el 'nuevo ' kotel será en otro sitio y no afectará en lo más mínimo al sitio que hoy llamamos el Kotel.

Por último, es importante mencionar que esta es la primera resolución del gobierno de Israel, en casi 70 años, que menciona a los movimientos reformistas y conservadores, reconociendo implícitamente su existencia. Esta es una gran noticia desde donde se lo mire, pues abre las puertas para más avances en materia de construcción de un Israel más plural e inclusivo.

¿Quién pierde?

Probablemente las grandes perjudicadas de esto sean las mujeres del grupo fundador de Women of the Wall, que han trabajado en soledad muchos años para lograr el libre ejercicio de su judaísmo en el sector femenino del Kotel, y que ahora no podrán seguir congregándose allí.

Sus voceras alegan que esta situación es un compromiso discriminatorio y desigual, pues no hace lugar a su reclamo sino que las segrega a un sector en el que nunca les interesó rezar, exigiéndoles una gran concesión a cambio de nada. Además, su reclamo ahora será visto de forma muy inferior, porque la opinión pública entenderá que el reclamo está satisfecho con el nuevo sector.

También, en cierta medida, (y aunque no lo vayan a admitir públicamente) los movimientos liberales en Israel han obtenido una victoria un tanto irrelevante para ellos y que quizá sea vista por el gobierno como un 'dulce' para acallar reclamos más relevantes como el pluralismo en materia de conversiones, matrimonios y subsidios a sinagogas. A fin de cuentas, el israelí promedio no-ortodoxo visita el kotel muy infrecuentemente, pero padece el monopolio ortodoxo y su injerencia en la vida civil a diario.

¿Por qué tanto tema con el Kotel y su mejitzá?

Quisiera reflexionar desde otra perspectiva acerca de un tema que subyace a todo esto y que es quizá la clave para entender por qué  algunos creemos que esta noticia es buena, mas no tanto. ¿Por qué? Porque más allá de lo que sintamos cuando lo visitemos, o de las postales y poemas que nos toquen el corazón, seguimos sin entender bien qué es el Kotel y para qué (no) sirve.

Los testimonios de judíos rezando en ese sitio no tienen más de 500 años. Y aun cuando por cinco siglos nos hayamos acercado (o soñado con acercarnos) para elevar una plegaria en dicho sitio, el Kotel no era una 'gran sinagoga' sino hasta 1967. De hecho, su extensión en términos de profundidad era muy limitada, pues en donde hoy hay una gran plaza, durante muchos años hubo un barrio Mugrabí. La ciudad de Jerusalem tenía hasta no hace mucho dos grandes sinagogas, las cuales eran, junto con otras más pequeñas, el centro de la vida religiosa del Ishuv local. El Kotel era un lugar de visita infrecuente, para elevar una plegaria personal o una meditación, pero nunca había sido entendido como un lugar para rezos cotidianos. La sinagoga de Yehuda HaJasid y la Tiferet Israel, que eran enormes edificios de oración fueron destruidos en la guerra del '48 y desde entonces (hasta la reconstrucción de la primera hace menos de una década) la ciudad vieja se quedó sin grandes sinagogas. Luego de la guerra del '67, y como símbolo de una Yerushalaim unificada, se estableció allí la 'gran sinagoga a cielo abierto ' que hoy conocemos.

El primer registro de una Mejitzá en el Kotel es la separación móvil que se colocó en 1928 y que desató un levantamiento en la población árabe local que aún reclama autoridad sobre ese sitio pero que entonces tenía más poder para hacerlo. Hasta ese año, y desde la destrucción del Bet HaMikdash (que tampoco tenía Mejitzá), no había habido una división entre hombres y mujeres en el Kotel.

La Mejitzá actual tiene apenas 48 años, es decir, es una importante 'reforma' en una pared que tradicionalmente no tuvo división alguna durante dos milenios. Suena paradójico pero es así: los que reclaman en nombre de 'la tradición' son en realidad quienes reformaron ese sitio haciendo a un lado con la costumbre milenaria en donde hombres y mujeres no estaban allí separados.

Hoy en día el Kotel es una especie de enorme sinagoga ortodoxa, con Mejitzá, libros de rezo ortodoxos y bajo el dominio de un rabinato cada vez más radical. Pero esa no es la tradición, sino todo lo contrario.

Por otro lado, el establecimiento de esa 'sinagoga' ha promovido cierto 'culto' alrededor de esas piedras que es quizá contrario a uno de los principios más básicos de nuestra teología, que es la inexistencia de lugares sagrados. Cuando Dios le pide a Moshé que se quite los zapatos pues está pisando tierra sagrada, lo hace en pleno desierto egipcio, el mismo en el cuál la única revelación que presenciamos ha tenido lugar. No sin intención, nuestro pueblo jamás marcó el sitio de dicha revelación ni construyó allí templos ni monumentos. Los judíos crecimos aprendiendo que cualquier lugar es igual de sagrado para rezar, pues como dice la Torá "en todo lugar en donde recuerde  mi nombre, me allegaré y te bendeciré" (Shemot 20:24). Por eso, toda esta polémica alrededor del Kotel no hace más que confundirnos y creer que en ese sitio nuestras plegarias son más elevadas, más sagradas, más cercanas a Dios. Y eso es contrario a la tradición milenaria de nuestro pueblo.

¿Qué debería suceder?

La mejor solución para el Kotel sería su preservación como un sitio simbólico, de importancia arqueológica e histórica para nuestro pueblo, donde todo aquel que quiera pueda ir allí a elevar su plegaria personal, pero donde no se realicen rezos y plegarias que tradicionalmente se realizan en una sinagoga, porque en sus 2000 años de historia, el Kotel sólo ha cumplido esa función durante menos de 50 y ello ha traído más problemas que satisfacciones.  Jerusalem es una ciudad con sinagogas maravillosas, de todas las orientaciones y afiliaciones, y deberíamos promover que los rezos, Bnai Mitzvá y otras celebraciones se realicen en ellas. Si el Kotel nunca tuvo Mejitzá, deberíamos regresar a esa tradición que no producía discordias ni polémicas y que le daba a ese sitio el lugar que naturalmente debería tener.

Colocar una nueva Mejitzá en ese sitio tan emblemático es finalmente sentenciar que la división en nuestro pueblo tiene su reflejo simbólico en uno de sus sitios más emblemáticos. Un espacio que debería ser representativo de la unidad del pueblo judío a pesar de sus diferencias, finalmente será transformado en el monumento a su triste presente, en donde en lugar de celebrar la diversidad que es constitutiva de nuestra identidad, promovemos la división relegando a algunos judíos a la parte trasera del bus. Paradójicamente, la resolución de 'One kotel for One People' en lugar de unir, sentencia a perpetuidad una división que en lugar de ser celebratoria del hermoso arco iris judío, es representativa de un pueblo que se piensa en blanco y negro.

Nuestros sabios enseñan que el Bet HaMikdash, del cual el kotel es una triste ruina, se destruyó por el odio gratuito entre hermanos. El Rav Kook enseñaba que sólo con amor gratuito seremos testigos de su reconstrucción en tiempos del Mashiaj. Ojalá lentamente aprendamos que no se trata de dividirnos para no tirarnos piedras ni excrementos sino de amarnos en una diversidad que nos enriquece.


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