Tengo que reconocerlo: siempre estuve “enamorado secretamente” de Natalie Portman, desde su impactante actuación en “Léon” (El Perfecto Asesino) del 94, donde, por cierto, actúa como la hija de unos traficantes colombianos, cuando ella tenía apenas 14 añitos, pasando por su representación de Padmé Amidala en la secuela La Guerra de las Galaxias y docenas de formidables papeles por los cuales ha sido premiada con un Oscar y muchos otros premios y nominaciones, hasta su dirección y protagonización de Una Historia de Amor y Oscuridad, basada en el libro homónimo de Amos Oz.
Natalie, nació en Jerusalén en 1981 y vive en los EUA; tiene doble nacionalidad, israelí y americana. Este año se le confirió el premio Génesis en Israel “En reconocimiento a su compromiso con las causas sociales y la profunda conexión con sus raíces judías e israelíes”
El Premio Génesis lo concede una ONG israelí sin motivación ni vinculación política o gubernamental, la Fundación para el Premio Génesis, que se dedica a “Honrar a las personas que han alcanzado la excelencia y el reconocimiento internacional en sus campos profesionales elegidos, y que inspiran a otros a través de su compromiso y dedicación a la comunidad judía y/o al Estado de Israel”.
Sin embargo, Natalie Portman anunció que no planeaba asistir a la ceremonia de premiación, debido a los “recientes acontecimientos en Israel” que la hicieron sentir “incómoda” para acudir a eventos públicos en ese país.
Más se demoró ella en pronunciarse, que los grupos anti-sionistas (la nueva y “políticamente correcta” versión del antisemitismo internacional) en alabarla por “su valentía y soporte del BDS (Boycott, Divestment and Sanctions) contra Israel”. Pero el mal ya estaba hecho. Más tarde y a modo de clarificación explicó que ella no pretendía boicotear a Israel, sino que no quería parecer que apoyaba a Netanyahu. Que excusa más “chimba”, poco elegante y profesional viniendo de quien la profiere.
Mi querida y sabia madre solía decir “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Una cosa es estar en desacuerdo con la posición del primer ministro (a mí mismo tampoco me agradan muchas de sus decisiones) y otra alentar un ataque a la integridad del país y por derivación, al judaísmo. Una cosa es llamarse Moishe Pishke (Don Nadie) y decir lo que le venga en gana y otra cosa es ser “la” Natalie Portman. Ella es un personaje de talla mundial. Ella es un icono del séptimo arte. Ella no es cualquiera y seguro entiende que sus palabras son desmenuzadas por todos sus seguidores.
He sido, soy y siempre seré defensor acérrimo de la libre expresión, pero las palabras pueden ser más penetrantes que un escalpelo laser y precisamente viniendo de quien provienen, deben medir su alcance y eso no va en contravía con poder expresar sus sentimientos honestamente, pero en el momento y lugar adecuados. No para hacer daño a muchos inocentes por satisfacer su propio ego, sino precisamente por el bien común.
Nati: ¡Lamento informarte que, por ahora, mi amor por ti queda en veremos!