El príncipe Rabí Yehuda HaNasí finaliza el último párrafo del Shisha Sedarim escribiendo: “Grande es la paz, por cuanto HaShem no encontró otro recipiente más para Sus bendiciones que la paz misma”. De acuerdo a nuestros sabios, está última frase de la Mishná nos enseña que el Todopoderoso sólo envía sus bendiciones a una persona, a una pareja, a una familia, a una comunidad y a un pueblo entero, sí y sólo sí, se encuentra en un estado de paz.
La Parashá de esta semana la Torá nos enseña: “Y uno no debe ser como Koraj y su grupo” (Num 17:5). Pero, ¿qué fue lo que hizo Koraj tan repudiable que no debe ser parte de nuestro comportamiento? Koraj fomentó una rebelión contra Moisés y Aarón; es decir, Koraj disturbó la paz existente en el pueblo en pro de su beneficio personal. Surge entonces, a partir de la vivencia misma del pueblo, el paradigma de un instigador cuyo proceder pretende lograr los objetivos de su propia agenda, el poner unos contra otros por motivos ulteriores que no satisfacen las exigencias de Dios se convierte en el ejemplo a no seguir dentro de nuestro pueblo. Sin lugar a dudas, podemos ver que esta rebelión fue la primera, entre muchas por venir, de disputas políticas por el poder.
Koraj, un levita y primo hermano de Moisés, promovió una rebelión contra Moisés y Aarón por ser los líderes religiosos del pueblo, su argumento populista e instigador establecía que todo el pueblo era sagrado para HaShem; por consiguiente, no era necesario tener profetas, sacerdotes, jueces, ni un sistema ético hacia la santidad como lo es la Torá y la Halajá. Koraj, nuestro ejemplo bíblico de populista, reclamaba hablar en nombre del pueblo, su discurso antagónico radicaba entre un igualitarismo radical y una anarquía utópica donde todo el pueblo debería servir equitativamente a Dios sin diferencia alguna para las labores designadas hacia la santidad, sin que ninguna clase elite, escogida milagrosamente por Dios, fuese la intermediaria entre Dios y el pueblo puesto que Dios yace entre todo Israel y no sólo en unos cuantos.
De cualquier forma, a pesar del discurso populista con velo sagrado, la batalla de Koraj era una batalla política y no religiosa per se, su batalla era una donde el narcisismo y el egocentrismo por el poder era para él y sus aliados por no ser los personajes escogido por Dios para liderar al pueblo; obviamente, una batalla investida de favor populista para lograr su objetivo único; a saber, el poder total y la aniquilación de las Mitzvot que un año antes HaShem nos había entregado en Har Sinaí y que todos nosotros habíamos aceptado con absoluto Kabalat Ol.
Tanto Koraj como sus aliados Datan, Abiram y On, habían perdido su estatus sacerdotal después del incidente del becerro de oro; es más, aún Koraj con sus funciones levitas estaba enfurecido porque Aarón y sus hijos obtuvieron el linaje sacerdotal. De acuerdo a Rashi, Koraj envidiaba a su primo, el hijo de su tío menor, entonces utilizó los miedos y las frustraciones del pueblo para liderar una disputa que promovía sólo sus ideales de obtener el liderazgo político del pueblo.
Se nos relata que tal proceder tuvo un final trágico para aquellos que participaron activamente en la rebelión; a saber, a Koraj y a unos cuantos más se los tragó la tierra, 250 fueron consumidos por el fuego y 14,700 murieron a causa de una plaga. Un drástico castigo para todo aquel que pretenda interrumpir la paz que puede existir entre nosotros; sin duda alguna, una enseñanza implícita que establece la necesidad de mantener la paz entre nosotros a toda costa. Pero, ¿por qué es tan importante mantener la paz dentro de nosotros mismos y con nuestros correligionarios? Jazal nos enseña que la respuesta yace en el proceder de Moshe Rabeinu en esta instancia en particular.
En Mesora podemos encontrar tres motivos por los cuales Moisés se enfureció frente a este intento de irrumpir la paz; todo ello, a pesar que él intentó llegar a un acuerdo fraternal. El primero yace en que Datan y Abiram atacaron su autoridad como líder. De acuerdo a Rav Soloveitchik el problema no radica en un antagonismo personal contra el líder como tal sino con el liderazgo como una institución política; el cual, en última instancia, perturba la estabilidad y la paz dentro del pueblo. El intento de destituir el trono de liderazgo como tal pone en riesgo a la institución judía per se, bien sea que ellos la asuman o bien sea que ellos la destituyan estableciendo una nueva creada a partir de los miedos y frustraciones del pueblo.
Un segundo motivo va más allá estableciendo que la revuelta presentó un mayor problema, un problema que pretendía destituir la autoridad de Dios, del sacerdocio, de los ancianos, de la Torá y de la Halajá. De acuerdo a esta opinión, para Koraj la Halajá debía ser tratada como enseñanzas morales y religiosas más no como un sistema ético moral en sí y por sí mismo. En última instancia, él quería ser quien estableciera ese sistema ético para el pueblo aun cuando ya habíamos aceptado la Torá como nuestra constitución y en retorno ser el pueblo elegido de Dios para cumplirla. Aquí, nuevamente surge el concepto de poner en riesgo la institución como tal, más no la persona. Es esa institución, en este caso la Torá de la mano de la Halajá, la que un populista quiere abolir bajo el velo sagrado que HaShem yace entre todos nosotros. Sólo un instigador motivado por la envidia y el rencor puede pretender hablar en nombre de Dios cuando a su vez pretende erradicar Su voluntad entre nosotros.
Pirkei Avot, la ética de nuestros padres, nos enseña que el tercer motivo por la furia de Moisés yace en que la rebelión de Koraj y sus aliados no fue por “el bien del cielo” sino en cambio para auto engrandecerse. Es esa idea de Yeshut, ego, la que es tan reprochable en nuestro proceder, es ese Yeshut el que se pone en el camino para abandonar la paz e introducirse en una disputa que puede cubrir todos los ámbitos de nuestra vida. Si regresamos a la época de nuestros Zugot, podemos observar conflictos como los que existieron entre Hilel y Shamai, disputas sobre aspectos de interpretación Halájica que buscaban la verdad, los cuales eran estudiados, razonados y honestos, disputas que pueden ser categorizadas “por el bien del cielo”. Empero, perseguir el beneficio personal a través de un debate que pretender destituir las Mitzvot de Dios jamás puede ser considerado como el camino apropiado.
Justificar o no el proceder de Moisés no es el punto central en discusión sino la importancia que la paz debe existir en cada uno de nosotros y de nosotros para con los demás. Ese debe ser el proceder Halájico de todo judío, nos enseña el Shuljan Aruj. Por su lado, Koraj no estaba en paz consigo mismo, no lo estaba con la versión de Dios que Moshe presentaba, no lo estaba con las Mitzvot ni con la Halajá. Al perturbar la paz de los demás podía desequilibrar la estabilidad del pueblo para así lograr su objetivo; es decir, convertirse en el líder y encarnar la institución de liderazgo.
En la actualidad nos encontramos en un momento histórico donde es difícil reconocer objetivamente entre aquellos que retan al sistema basados en un deseo narcisista de poder y entre aquellos que lo hacen por el bien del cielo; el cual, es el bien general del pueblo. Por ello mismo, debemos estar alerta frente a los Koraj que aparecen en nuestro panorama, en nuestras comunidades, en nuestras instituciones rabínicas y hasta en el amplio espectro político nacional e internacional. Está en nuestras manos derrotar a estos demagogos narcisistas que hablan en nombre del pueblo fomentando sus miedos, sus inseguridades y sus deseos de bienestar supremo cuando lo único que desean es exaltarse a sí mismos a expensas de los demás.
En conclusión, podemos ver como la paz interna y hacia los demás debe prevalecer en nuestro diario vivir y en todas las instancias de nuestra vida para de esta manera llevar a cabalidad las Mitzvot y Halajot al estilo Mihadrim Min HaMehadrim, de la manera más hermosa posible. Koraj es el primer populista del cual tenemos registro, es el primero que explícitamente pretende destituir la institución de la Torá y la Halajá en pro de su engrandecimiento propio debido al enorme Yeshut que tiene, es este tipo de personaje el que debemos evitar para el bien general del pueblo y de nosotros mismos. Todos estos rasgos de personalidad son propuestos por nuestra Halajá como negativos y no como aquello a lo que debamos aspirar.
En este momento histórico mundial donde estamos rodeados de radicalismos extremos es importante preguntarnos, ¿permitiremos que un populista, antagonista e instigador cuyo único fin es engrandecer su ego a partir de los miedos y frustraciones de los demás, disturba nuestra paz?