La Parashá de Toldot nos relata dos episodios en apariencia contradictorios con los valores sostenidos por nuestra Torá, dos episodios donde nuestro segundo y tercer patriarca mienten.
En primera instancia tenemos a Itzjak, que al igual que su padre, se traslada debido a una sequía a una región del sur de Canaan llamada Guerar cuyo rey lleva por nombre Avimelej. Al llegar a Guerar, Itzjak presenta a su esposa Rivka como su hermana para que los hombres de la región no lo maten en un intento de casarse con ella. Recordemos que Avraham, en la misma locación y bajo circunstancias similares, también presenta a su esposa Sarah como su hermana. En el caso de esta semana vemos puntualmente que Itzjak miente abiertamente acerca de su verdadero parentesco con Rivka.
El segundo episodio que nuestra Parashá nos relata es el momento donde Yaakov se hace pasar por su hermano mayor Esav para recibir la bendición de Itzjak y así continuar el linaje del judaísmo. Bajo la forma de engaño observamos como Yaakov le miente abiertamente a su padre.
La pregunta que surge entonces es, ¿está permitido por la Torá y por nuestra sagrada Halajá mentir? Es más; bajo esa misma óptica, ¿no promueve la Torá decir exclusivamente la verdad?
Efectivamente, la Torá nos enseña: “Toma distancia con las palabras falsas” (Ex 23:7). Es decir, evita pronunciar falsedades. Es más; el Talmud, en la Masejta de Shabat 55a y en la Masejta de Sanhedrin 64a, nos enseña que al decir la verdad imitamos al Creador cuyo sello es la verdad. Así mismo, aprendemos en la Masejta de Sanhedrin 97a que es una Segula (actividad espiritual piadosa) ser cuidadosos en sólo hablar verdades. Básicamente el mérito de todo hombre está en su honestidad y sinceridad consigo mismo y con los demás, esto lo vemos una y otra vez a lo largo de toda la Torá. Entonces no estamos equivocados al sostener que uno de los valores más importantes dentro del judaísmo es decir la verdad.
Es más, la Masejta Sota 42a nos dice que hay cuatro tipo de personas que no merecen tener el mérito de conocer la presencia Divina y una de ellas son los mentirosos. Nuestros sabios nos enseñan que esto se debe a que esas personas mintieron para encontrar favor a los ojos de los hombres; empero, ignoraron la presencia omnipresente del Todopoderoso y por consiguiente no merecen su presencia. En la Masejta de Pesajim 113b, el Talmud nos enseña que hay tres clases de personas que Dios desprecia, una de ellas es la clase de persona que dice una cosa pero en su corazón sostiene un sentimiento opuesto.
Ahora bien; si todo lo anterior es tan importante para nosotros como judíos, ¿por qué nuestros patriarcas mintieron abiertamente? La respuesta yace en que bajo ciertas circunstancias específicas está permitido mentir, lo que comúnmente se conoce como “mentiras blancas”. De cualquier forma esto no es aplicable a toda circunstancia y hacer uso de tales mentiras blancas como un comportamiento permanente está totalmente prohibido por decreto rabínico. Tal cual como lo explica puntualmente el Toafot Re’em en Yera’im 235, el único motivo por el cual se puede mentir es porque la prohibición de la Torá hace referencia a una mentira que puede ser perjudicial o dañina a otra persona; es decir, si la mentira puede herir física o emocionalmente a alguien. El análisis rabínico surge del versículo completo que dice: “Toma distancia con las palabras falsas no vayas a matar a un hombre inocente o a un hombre justo” (Ex 23:7).
Esta posibilidad de mentir bajo circunstancias específicas la aclara el Talmud en la Masejta de Yebamot 65b donde se nos enseña que una persona puede cambiar la verdad por motivos de paz. En este punto la Guemará retoma la historia donde Dios le promete un hijo a Avraham, punto donde Sarah dice: “Después de haberme marchitado tendré piel lisa además mi esposo es viejo”. Al repetir Dios a Avraham el incidente le comenta que Sarah dijo: “¿Cómo puedo dar a luz cuando soy vieja?”. Rashi en la Masejta de Bava Metzia nos explica que Dios cambió las palabras de Sarah para que él no supiera que ella había hecho un comentario denigrante acerca de él y así mantener la paz entre los dos.
Entonces tenemos dos aspectos a la posibilidad de mentir; a saber, hacerlo para mantener la paz y/o cuando se lo hace no causarle daño de ninguna manera a nadie. A esto se le agrega un tercer aspecto que sobre pasa a los dos anteriores en tanto los contiene en sí mismo, se trata de salvar una vida. Un cuarto aspecto yace en las complejas leyes de rigen los préstamos y las ventas, este aspecto existente en nuestra Halajá sólo se aplica a circunstancias exactas y únicas donde a una persona se le permite engañar (mentir) para recuperar pérdidas que son retroactivamente propias.
En el caso de nuestra Parshá vemos ahora el motivo por el cual Itzjak, al igual que Avraham, mintieron y les fue permitido sin tachar su alma. En relación con nuestro patriarca Yaakov, vemos que le fue permitido mentir porque en última instancia estaba reclamando algo que su hermano mayor le había vendido en principio, su primogenitura. Ahí tampoco hubo tacha alguna en su alma.
Por consiguiente, se pueden nombrar varios casos generales que se agrupan en estas cuatro grandes categorías donde se está permitido mentir. Nuestra sagrada Halajá permite cambiar la verdad en orden de practicar humildad. Igualmente, alterar la verdad para mantener la modestia. Mentir abiertamente para resguardar y proteger a alguien de daño físico y emocional. También está permitido decir una mentira blanca para no avergonzar a alguien.
Si bien, se nos está permitido mentir bajo circunstancias específicas no debemos olvidar que es una permisividad temporal más no permanente. Lo único permanente es la verdad y la verdad es el sello de Dios.