No me refiero acá a la mitzvá que tiene el padre de enseñarle al hijo a nadar, ni al consejo que nos dio recientemente el General Suleimán, comandante de la Fuerzas Armadas iraníes, en forma de amenaza. Ojalá éste último se haya referido a nuestro interés en aprender a bucear para algún día divisar en el fondo de las aguas a lugares como Shirazh o Fordo y ver como los corales adornos lo que antes fueron plantas nucleares.
Dice el clásico chiste judío que, ante las noticias de un inminente diluvio universal, a los líderes de las religiones se les asigna un espacio en televisión para dar sus últimas palabras. El primer turno es para el Papa quien invita a la Humanidad a aceptar a Jesús en los últimos tres meses que nos quedan para así lograr encontrar la salvación. El sheikh hace su intervención y también invita a convertirse al islam en los últimos tres meses para salvar almas antes de la tragedia inevitable. Cuando llega el turno del rabino, tranquilamente le dice a su teleaudiencia que quedan tres meses para aprender a vivir bajo agua.
A ese cataclismo es que me refiero, el figurativo obviamente. A tener que aprender a nadar bajo lo que presiento será una nefasta glaciación, una inundación de regímenes socialistoides acá en Colombia, en Europa y muy especialmente, en los Estados Unidos de Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y Julia Salazar, o en la Inglaterra del laborista Cobryn. El péndulo no se está calmando, sino que por el contrario lo veo tomando impulso, creciendo en su inercia. El mundo se radicaliza cada vez más y la tradicional izquierda amiga se está convirtiendo en el principal foco de antisemitismo y antisionismo. Lejos me veo de esos demócratas y liberales que otrora apoyaba por sus ideales de inclusión en temas de inmigración, género, orientación sexual y libertad de expresión. Hoy encuentro a muchos de ellos imbuidos en principios de suicidio social, utopías peligrosas y si, antisemitismo puro o disfrazado de antisionismo. Para mí, da lo mismo.
La lección del rabino es una de practicidad. Como tal, debiéramos quizás aprender a moderar el tono, a buscar el apoyo bipartidista que perdimos bajo el nefasto Obama. Quizás Israel deba también moderar su propio péndulo y ser más calculadora. Pero no nos mintamos: la izquierda antisemita y antisionista viene con fuerza y está esperando su turno para gobernar. Cuando venga, lo hará con sed de revancha y nos cobrará cuentas que ni son nuestras. Pero ante esa izquierda ingenua, que se nutre con breves imágenes en Instagram o Facebook, aburrida del statu quo, olvidadiza y entregada a fuerzas oscurantistas, no creo que haya mucho que hacer, por lo pronto. Mientras tanto, nos quedan dos o tres años para aprender a nadar bajo las oscuras aguas del izquierdismo antisemita y antisionista.