Quienes hemos visitado Israel, nos sorprendemos siempre por la cantidad de gatos. En cualquier otro lugar del mundo lo usual es ver perros callejeros de todas las razas, como es el caso de Bogotá, pero no así en Israel. Los orígenes de éste particular caso se remontan unos 85 años, a las épocas del Mandato Británico, cuando una plaga de ratas y ratones asoló la naciente ciudad de Tel Aviv. La autoridad británica, ávida de soluciones, optó por importar felinos, muchos de ellos procedentes de Irán.
Se estima que hoy existen cerca de dos millones de gatos salvajes en Israel y solo unos cien mil de ellos han sido castrados. A eso, hay que agregar que se estima que el 20% de los hogares en Israel suelen alimentar gatos callejeros y que gracias a las condiciones climáticas, los felinos pueden reproducirse dos veces por año. Esas cifras, el potencial crecimiento exponencial de su población y los riesgos inherentes a la salud pública, llevaron hace dos años a que el ministro de agricultura, Uri Ariel, propusiera que en vez de seguir gastando el presupuesto asignado a castración, se desarrollara un plan de deportación de gatos a países del tercer mundo que quisieran recibirlos (Gatos de un solo género, para así limitar también su capacidad reproductiva a los no deportados). La moción fue ampliamente derrotada y burlada. Por lo pronto, se puede estimar que seguiremos viendo muchos gatos en cualquier parte de Israel
Bibliografía:
Washington Post, Nov 2, 2015,
Seattle Times, Enero 25, 2016,