Hoy, 25 años después, nos vemos de nuevo frente al estreno del Rey León, con la misma emoción y expectativa que cuando éramos niños, como quienes lo ven por primera vez. En realidad, es una película que une espectadores de todas las edades, todos sienten familiaridad, conexión, un abanico de sentimientos. Es normal que una historia tan emotiva y universal como el Rey León, de Disney, tenga importantes fuentes de inspiración. En este caso, la inspiración no es menor a la trascendencia que mantendrá esta película por generaciones. Se trata de las historias de José y Moisés (Iosef y Moshé en fonética hebrea) tomadas de los libros de Génesis (Bereshit) y Éxodo (Shemot) de la Torá.
Inicialmente, cuando le daban forma a la película en los años 90, los directores Roger Allers y Rob Minkoff, descubrieron que su obra tenía similitudes con Hamlet, de William Shakespeare y, aunque niegan que haya sido algo deliberado, es imposible no ver las similitudes. Las dos son historias de una familia real, la lucha por un reino, la ambición, una tragedia, un asesinato, una traición, un príncipe exiliado que regresa a ocupar su lugar. Como Mufasa, el Rey Hamlet es asesinado por su hermano Claudio, y el príncipe Hamlet (de mismo nombre que su padre), al igual que Simba, es expulsado del reino por su tío asesino. Hamlet exiliado en Inglaterra, tiene dos amigos con características muy similares a Timón y Pumba, aunque en este caso son realmente espías. Ambos príncipes herederos, Simba y Hamlet, tienen visiones de su padre, el Rey, en forma de fantasma, quien le recuerda su lugar en el reino, por el cual debe luchar, como su hijo, el heredero, el Rey verdadero, y la famosa frase en ambas historias: ¨Recuerda quién eres¨, que en Hamlet, llevaría al príncipe a la reflexión: ¨Ser o no ser, esa es la cuestión¨, quedando inmortalizada como una sublime pieza de estudio en la Literatura Universal.
En el regreso de los príncipes, hay un enfrentamiento, una lucha por el honor y el trono con sus correspondientes tíos, quienes mueren.
No obstante, los directores afirman que su real fuente de inspiración, fueron las historias de Iosef y Moshé. Al estudiar las analogías, entendemos cómo se fusionan y entretejen las situaciones, desenlaces y enseñanzas de forma magistral.
Iosef, nació en el Siglo XIV a.E.C, es uno de los 12 hijos del Patriarca Jacob (Ya´akov) y cabeza de una de las 12 tribus del pueblo de Israel, considerado un Tzadik (Hombre justo). Sin embargo, no siempre tuvo esas características. Al igual que Simba, cuando Iosef era un niño, era caprichoso, voluntarioso, terco, imprudente, no pareciera que fuera a ser un sabio, padre y líder en su pueblo por generaciones. Los dos, tuvieron la influencia del Patriarca, de su sabiduría, enseñándoles que él a su vez la obtuvo de sus ancestros, quienes siempre nos observan desde el cielo, y que por más poderoso que se sea, siempre se debe recordar que hay alguien arriba de nosotros a quien le debemos lo que somos y tenemos, y a quien recurrimos cuando necesitamos algo, como nuestra guía (algo muy judío y que eleva espiritualmente a ambas partes), y no a nosotros mismos y nuestro orgullo; le enseña la conexión con el mundo y sus criaturas, que todos volvemos a la tierra; sobre como tomar decisiones como líder, como futuro Rey.
Por eso la de Iosef, como la de Simba, es una historia de transformación, de evolución, de vicisitudes que forjan el carácter, maduran, corrigen y preparan para la gran responsabilidad que deberá asumir.
Estos dos príncipes, cuyas decisiones de algunos de sus familiares los llevó a tierras extranjeras, no sin antes estar al borde de la muerte, enfrentan con estoicismo el iniciar de nuevo, con la humildad de aceptar no tener ningún tipo de reconocimiento, ni linaje. Como el pueblo judío, cuando se levanta una y otra vez. Pasan muchos años, y en la adultez, es cada vez más evidente su sabiduría y conexión con el pueblo y la tierra de la que salieron, a donde pertenecen, con las enseñanzas de sus ancestros, y en el caso de Iosef, con D--s, por lo que nunca se asimilan. Convirtiéndose así, en dignos representantes de sus pueblos. Un ejemplo de ello, es cuando son enaltecidos por su conocimiento, pero inmediatamente se lo atribuyen a quien está arriba de ellos. En ese momento, la razón de estar exiliados, ha sido cumplida, están preparados.
Pride Lands es Canaán, pasando hambruna por la escasez, y Nala, representa los hermanos de Iosef, que salen de allí para buscar ayuda, llegando a donde se encuentran Simba, quien es Iosef en tierras extrajeras, Egipto.
Simba como Iosef, tiene una visión de su padre, quien lo orienta e inspira para mantenerse firme en sus virtudes y responsabilidades, ayudándole a entender que él es más que un Rey, es parte de una nación. Esa sabiduría y preparación cada uno la confirma, al enfrentar a su propia familia, en donde, lejos de un deseo de venganza, hay benevolencia y justicia. Por lo que a Iosef se eleva a categoría de Tzadik.
Por su parte, la historia de Moshé, profeta, legislador, líder espiritual quien guía la liberación del pueblo hebreo desde la esclavitud (Siglo XIV a.E.C), es recordada a través del Rey León también por las similitudes de carácter con Simba. Ambos son sinceros en sus sentimientos, los expresan abiertamente, sienten miedo del rol encomendado para liberar a su pueblo, sienten desconfianza en ellos mismos, dudan de su capacidad. Esto es algo que los muestra cercanos a cualquier otro, como uno más, pero es la fortaleza que encuentran en la confianza que el Padre deposita en ellos, que les permite transformar esos sentimientos negativos en determinación y valentía para salir de su zona de confort, los hace renunciar con humildad a su voluntad para asumir una más grande que ellos mismos, y así, embarcarse en una travesía desconocida armados únicamente de esperanza y la confianza hacia el Padre, la misma que Él deposito en ellos. Esto, es lo que los eleva su condición para convertirse en líderes verdaderos logrando vencer al enemigo y liberar a su pueblo esclavizado, representado en Pride Lands, en manos de Scar. Ese, es el carácter que el pueblo de Israel ha forjado por miles de años para sobreponerse a sus enemigos, así se esté en condiciones de inferioridad material, pero nunca espiritual, que al final es la que vence.
Moshé, estando en una posición privilegiada y cómoda en tierras extranjeras, tampoco se asimila. Él, oficialmente es nieto del Faraón, pero nunca se comporta como tal, siempre supo cuál era su lugar, incluso sabiendo que su pueblo había sido esclavizado. Por eso, Simba sabe que ahí es solo un refugio, no su destino.
Estas historias cruzadas, nos recuerda los ciclos a los que se enfrenta el pueblo judío, pasando de estar en un lugar enaltecido, a caer en la oscuridad (en donde se liman rasgos de carácter, se madura y perfección el alma), y de ahí renacer, elevándose a un lugar más alto que de donde cayó. También, que como muchos de los enemigos de Israel brotan lamentablemente del interior del mismo pueblo, se encuentran así mismo, defensores en tierras extranjeras. Tal como le sucedió a la familia real de Pride Lands y a Simba.
Muchas de las situaciones mencionadas, se podrían interpretar inicialmente como algo malo, sin embargo, el conocimiento judío enseña que es el Plan Perfecto del Creador, el camino más corto para llegar al bien. Algo que también recuerda la zarza ardiente que no se consume, a través de la cual D-s habla a Moshé, enfrentándolo con sus miedos mientras entiende su misión, simboliza entre otras cosas, el riesgo al que se enfrenta el pueblo judío de desaparecer, pero que logra siempre mantenerse como la zarza, a pesar del fuego, porque solo depende de la voluntad de D-s. La misma zarza que se quema por un rayo que cae del cielo, mientras Simba pelea contra sus temores para enfrentarse a Scar. Fuego que quema, pero no destruye, porque ambos pueblos ahí inmersos vuelven a surgir, y así continuar la promesa que D-s le hizo a Abraham, que su descendencia, el pueblo judío, será tan numeroso como las estrellas del cielo. Las mismas estrellas en el cielo, que Mufasa señala a Simba, diciéndole que representan sus ancestros.