En Levítico 11 y Deuteronomio 14 describen los animales que podemos consumir. Por ejemplo, son aquellos que sean rumiantes y tengan la pezuña dividida. Eso hace que la hermosa jirafa clasifique como manjar para Shabat, Rosh Hashaná o menú en bar-mitzvas. En gran dilema que ha evitado halájicamente el sacrificio de jirafas es en el lugar exacto de semejante cuello donde debiera hacerse el corte. Ante la duda, los conservacionistas podrán dormir tranquilos sabiendo que al menos no habrá grupos de shojatim reservando safaris. Para algunos místicos, el lugar del cuello para la shejitá será una de los misterios que nos revelará el Mesías cuando venga.
Por otro lado “Arbe”, una de esas 10 plagas que recordamos durante Pesaj, es uno de los tipos de langostas (no esas de mar, sino las aladas que saltan en 4 patas, apoyados en las dos traseras como la Mantis Religiosa) que explícitamente están permitidas para el consumo. El problema está en que como en otros casos en la Tora (ej: ciertos pájaros kosher), los términos usados en el texto no son hoy fácilmente relacionables con la especia precisa, temas donde la tradición oral se frustró. Por esa razón, los grillos hoy en día difícilmente gozarán de certificado rabínico para su consumo. Fritos o pickled eran recetas conocidas entre comunidades yemenitas y norafricanas hasta hace por siglos.