Desde la época de la Biblia y entrados unos años después, los judíos usábamos el nombre de nuestro padre para identificarnos: Isaac ben (hijo de) Abraham, Jacob ben de Isaac ben de Abraham y así sucesivamente, esto está documentado el “libro de Abraham” de Marek Halter, escritor Francés, quien relata cómo la familia de Abraham ratifica los nacimientos en una vieja Biblia que cargan consigo constantemente.
Con la creación del Estado de Israel, muchos apellidos fueron traducidos, de ahí que encontramos que cuando se usa por ejemplo Ben Yossef, ya no es para un solo individuo, pero para toda la familia.
Con el correr de los tiempos la necesidad de identificar a las personas se hizo más latente y empezaron a adoptar los sobrenombres o apellidos de lugares: aldeas, países, paisajes, de cosas: árboles, herramientas u oficios como: herreros, labradores, zapateros y de facciones personales: rubio, dorado, calvo...
Los judíos no fuimos la excepción, como ejemplo está mi apellido: Klainbaum, árbol pequeño, Goldman hombre de oro etc.
A raíz de la Inquisición y el mandato de los reyes católicos de obligar a los judíos a convertirse o dejar España, encontramos en sur América muchos nombres que descienden de los marranos o forzados a convertirse, Ávila, por ejemplo. También Cristóbal Colón transportó muchas personas de la comunidad de España y Portugal, de este último encontramos apellidos como Gonsales, (nótese la ortografía) etc.
A consecuencia de la Segunda Guerra, aquellos judíos que tuvieron la suerte de poder escapar por el deseo de sentirse a salvo, dejaron que a la entrada de los diferentes países sus nombres obtuvieran diferente ortografía.
Luego el mundo se hizo más “pequeño” por facilidad de moverse de un lado a otro, la curiosidad de conocer diferentes parajes y culturas.
Cuando mi hermano se instaló en Miami, uno de los vecinos se apellidaba Cohen. Entonces resolvieron visitarlo para preguntar por un colegio judío, sinagoga etc. La Sra. Muy amablemente le contestó que no eran judíos y que aparte tampoco tenían hijos.
Recuerdo también que en las primeras elecciones que participé, escogí a los miembros del Senado y la casa por los apellidos, vaya falla.
Hoy en día, a raíz del tremendo resurgimiento del antisemitismo y de la entrada en la política de dos mujeres virulentamente anti-Israel, he puesto más atención. Muchos de los periodistas de la televisión, con un acento inglés súper sexy son de descendencia musulmana, por lo que me pongo a pensar, ¿pensarían lo mismo los norteamericanos de los apellidos de los judíos que llegaron después de la II Guerra Mundial?
Entonces viene a la mente lo que han dicho algunos dirigentes árabes: “nunca venceremos a occidente en una guerra, pero lo lograremos ocupando sus países”.
Acaso no viene a la mente Francia, Alemania, España (el andaluz)…